El urðarköttur (islandés: gato de los acantilados/enterrado) es, según las creencias islandesas, la terrible criatura en la que se puede convertir un gato doméstico cuando se vuelve salvaje.
En este gélido país se creía que los gatos machos eran más propensos a asilvestrarse, por lo que se les solía castrar para aplacar sus ánimos más crueles o incluso se les cortaban las puntas de las orejas, ya que así les entraba agua en los oídos cuando llovía y procurarían quedarse siempre en casa. Desgraciadamente esto no siempre funcionaba y, aquellos que se escapaban siguiendo sus instintos, acababan volviéndose más fieros, crecían en tamaño y desarrollaban un pelaje largo y espeso.
Los peores ejemplares acababan enterrándose bajo tierra durante tres años en un cementerio para alimentarse de los cuerpos de los difuntos. A estos se les conoce como naköttur (islandés: gato de los cadáveres) y podían llegar a ser tan grandes como perros, carneros, potros o incluso bueyes. En este estado son especialmente peligrosos, pues comienzan a incluir carne humana en su dieta, dejan de envejecer y su mirada se vuelve mortal como la del basilisco, aunque se creía que sólo poseían esta maligna habilidad la primera vez que abrían los ojos cuando emergían de debajo de la tierra. Visto lo visto, estas terribles fieras sólo podían conocer la muerte de dos maneras: si se veían reflejados en un espejo o disparándoles con una bala o botón de plata.
En este gélido país se creía que los gatos machos eran más propensos a asilvestrarse, por lo que se les solía castrar para aplacar sus ánimos más crueles o incluso se les cortaban las puntas de las orejas, ya que así les entraba agua en los oídos cuando llovía y procurarían quedarse siempre en casa. Desgraciadamente esto no siempre funcionaba y, aquellos que se escapaban siguiendo sus instintos, acababan volviéndose más fieros, crecían en tamaño y desarrollaban un pelaje largo y espeso.
Los peores ejemplares acababan enterrándose bajo tierra durante tres años en un cementerio para alimentarse de los cuerpos de los difuntos. A estos se les conoce como naköttur (islandés: gato de los cadáveres) y podían llegar a ser tan grandes como perros, carneros, potros o incluso bueyes. En este estado son especialmente peligrosos, pues comienzan a incluir carne humana en su dieta, dejan de envejecer y su mirada se vuelve mortal como la del basilisco, aunque se creía que sólo poseían esta maligna habilidad la primera vez que abrían los ojos cuando emergían de debajo de la tierra. Visto lo visto, estas terribles fieras sólo podían conocer la muerte de dos maneras: si se veían reflejados en un espejo o disparándoles con una bala o botón de plata.
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| Ilustración de Arngrímur Sigurðsson para su libro Museum of hidden beings |
Fuentes
A book of creatures: Skoffin.Ægisson, Sigurður: Meeting with monsters: an illustrated guide to the beasts if Iceland. Forlagið, Reykjavík (2023).
Árnason, Jón: Íslenzkar þjóðsögur og æfintýri. J. C. Hinrichs, Leipzig (1862).
Sigurðsson, Arngrímur: Museum of hidden beings: A guide to Icelandic creatures of myth and legend. Eye of Newt Books Inc., Toronto (2021).

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