El cuarto trabajo que el rey Euristeo le impuso a Heracles para que éste se expiara por haber matado a su mujer e hijos consistió en llevar con vida hasta Micenas al jabalí erimantio. Esta gigantesca bestia tenía su morada en el monte Erimanto y se dedicaba a asolar las regiones cercanas a Psófide.
En su viaje, Heracles atravesó Fóloe, donde se hospedó en el hogar del centauro Folo, con el que tenía amistad. Folo le ofreció carne asada a su huésped, pero cuando Heracles también le pidió vino, éste le dijo que no, pues tendría que abrir la tinaja común de los centauros. Heracles le animó y acabaron abriéndola, pero el olor del vino atrajo al resto de centauros que acudieron armados con rocas y garrotes. El hijo de Zeus consiguió espantarlos hasta Malea disparándoles con sus flechas. Allí buscaron refugio junto al sabio e inmortal Quirón, pero una de las flechas atravesó el brazo del centauro Élato y se clavó accidentalmente en su rodilla. Las flechas de Heracles estaban impregnadas con la sangre de la hidra, que era un veneno mortal incurable, pero como Quirón era inmortal, se vio condenado a sufrir horribles dolores deseando la muerte.
Mientras sucedía todo esto, Folo extrajo una flecha del cadáver de uno de sus compañeros y se maravilló de que algo tan pequeño pudiera dar muerte a criaturas tan grandes como ellos. Por desgracia, cuando la estaba examinando, se le resbaló de las manos y al caer se le clavó en la pata, muriendo al instante. Al regresar, Heracles vio a su amigo muerto, lo enterró y se marchó en busca del jabalí, al que consiguió espantar de entre los matorrales con sus gritos y lo agotó persiguiéndole hasta lugares de nieve espesa. Así pudo enlazarlo y llevárselo hasta Micenas. Cuando Euristeo le vio llegar con la bestia a hombros, tuvo tal temor que se escondió en un tonel de bronce.
En su viaje, Heracles atravesó Fóloe, donde se hospedó en el hogar del centauro Folo, con el que tenía amistad. Folo le ofreció carne asada a su huésped, pero cuando Heracles también le pidió vino, éste le dijo que no, pues tendría que abrir la tinaja común de los centauros. Heracles le animó y acabaron abriéndola, pero el olor del vino atrajo al resto de centauros que acudieron armados con rocas y garrotes. El hijo de Zeus consiguió espantarlos hasta Malea disparándoles con sus flechas. Allí buscaron refugio junto al sabio e inmortal Quirón, pero una de las flechas atravesó el brazo del centauro Élato y se clavó accidentalmente en su rodilla. Las flechas de Heracles estaban impregnadas con la sangre de la hidra, que era un veneno mortal incurable, pero como Quirón era inmortal, se vio condenado a sufrir horribles dolores deseando la muerte.
Mientras sucedía todo esto, Folo extrajo una flecha del cadáver de uno de sus compañeros y se maravilló de que algo tan pequeño pudiera dar muerte a criaturas tan grandes como ellos. Por desgracia, cuando la estaba examinando, se le resbaló de las manos y al caer se le clavó en la pata, muriendo al instante. Al regresar, Heracles vio a su amigo muerto, lo enterró y se marchó en busca del jabalí, al que consiguió espantar de entre los matorrales con sus gritos y lo agotó persiguiéndole hasta lugares de nieve espesa. Así pudo enlazarlo y llevárselo hasta Micenas. Cuando Euristeo le vio llegar con la bestia a hombros, tuvo tal temor que se escondió en un tonel de bronce.
La captura del jabalí de Erimanto - Grabado de Antonio Tempesta |
No hay comentarios:
Publicar un comentario