Dona d'aigua

Las damas del agua (catalán: dones d'aigua), también conocidas como alojas, gojas y encantadas, son hermosos espíritus acuáticos del folklore de Cataluña. Viven en ríos, lagos, fuentes o en cuevas cercanas a estos lugares. Traen prosperidad allá donde se han establecido, por lo que también se les llama «buenas mujeres» (catalán: bones dones).

Se cubren con capas de tejido de oro y llevan sobre la frente una estrella de destellos rojizos. Pasan los días jugando entre ellas, bailando en las arboledas cercanas a ríos y estanques o peinando sus largos cabellos, al igual que hacen las lamias, xanas, mouras y mozas del agua de otras regiones del país. Son criaturas tímidas que evitan el trato con los mortales, pero, si algún hombre desea vivir con ellas, lo aceptan de buen grado. Eso sí, quienes van a su mundo ya no podrán regresar nunca más. En Hadas, Jesús Callejo, citando a Pla Cargol, nos dice que nadie podía franquear las puertas de su palacios, la cuales estaban cerradas mediante telarañas invisibles, y si por cualquier causa alguien llegaba hasta allí, inmediatamente desaparecía todo camino y el intruso quedaba desorientado.

Al tratarse de seres tan bellos, no es de extrañar que abunden las historias en las que un humano se enamore de una dona d'aigua y acaben juntos. La pareja se casa y viven felices, pero la mujer, como muchas otras hadas, le impone como condición a su marido que nunca debe reprocharle su naturaleza feérica ni que la llame dona d'aigua. En una leyenda, estando el marido ausente, la dona d'aigua mandó que segaran sus cultivos a pesar de que todavía no habían madurado. Cuando su esposo regresó y vio lo que había hecho, le dijo: «¿Qué haces? ¡Que ya no deberías comportarte como una dona d'aigua!». Al mismo decir esto, la aloja desapareció. Justo a la mañana siguiente, llegó una terrible tormenta que arrasó con todos los campos; entonces entendió que su mujer había actuado con buen juicio, pues, aunque sus cultivos no habían dado grano, con su acto salvó la paja.

Una leyenda cuenta que una dona d'aigua se estableció en la torre de Caldes d'Estrac. Casualmente, al mismo llegar al pueblo, todo comenzó a ir de mal en peor. Los vecinos estaban furiosos con la encantada al creerla autora de sus desgracias, pero, temerosos de su poder, prefirieron pedirle protección en lugar de enfrentarse a ella. La aloja les recibió muy bien y les aclaró que ella no tenía nada que ver con lo que estaba ocurriendo en el pueblo, e incluso les habló de una corriente de aguas medicinales que solucionaría todos sus problemas. Los habitantes del lugar excavaron un pozo allá donde les indicó esta buena mujer y así brotaron las aguas termales que hicieron famoso a la localidad.

El folklorista Joan Amades nos cuenta en el volumen IV de su Costumari Català que, en la noche de San Juan, las dones d'aigua sacan y extienden sus coladas, blancas como la nieve, cerca de sus viviendas. Aquel que se hacía con una de estas prendas, conseguiría riquezas y prosperidad para toda la vida, ya que tenían la propiedad mágica de estirarse y extenderse sin fin y no se acababan por hilo que saques de ellas. Una leyenda cuenta que un muchacho agarró una de estas sábanas y echó a correr para llevársela, pero la prenda no dejaba de estirarse y no logró que se desprendiera de donde estaba colgada. Al final desistió de su intento de robo y al soltarla volvió a su tamaño original. La única manera de que se rompiera esta mágica propiedad era diciendo «maldito hilo» o «maldita ropa».

En el Pirineo oriental se le tiene especial miedo al estanque de Lanós durante esta noche, ya que las dones d'aigua que habitan en él celebran grandes fiestas en sus palacios subacuáticos que pueden atraer y encantar para siempre a los que se acercan demasiado. El lago resplandece con un claro brillo y desde el fondo del agua se puede oír todo tipo de algarabías: música, cantos, risas, el tintineo de platos y copas, etc. El que se vea atraído por este jolgorio, acabará encantado bajo las aguas junto a estas hadas, que le recibirán con gran alegría.

Continuando con las leyendas del estanque de Lanós, se cuenta que la reina de las dones d'aigua de este lago se enamoró de un mozo de Enveitg. Ésta le prometió la felicidad eterna si accedía a casarse con ella e ir a vivir a su palacio. El muchacho aceptó, pero antes debía superar una prueba. Mientras marchaban a su lago para casarse, oiría horribles gruñidos y aullidos detrás de él, pero debía resistir la tentación y no girarse ni huir. Desgraciadamente, no pudo aguantar y se dio la vuelta, quedando al instante convertido en piedra junto a todas las extrañas bestias que le seguían el paso. Estas piedras todavía se pueden ver a las afueras de Enveitg y, según la creencia, las piedras volvían a convertirse en bestias en la noche de San Juan.

Ilustración de Marina Seoane para el libro Hadas, de Jesús Callejo

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