Los lémures, también conocidos como larvas (latín: larvae), eran los espectros malignos de los antepasados que no descansaban en paz según la mitología romana. Formaban parte de los dioses manes, junto a los protectores dioses lares y penates. El naturalista Carl Linnaeus denominó con el nombre de estos fantasmas a los primates del género lémur, posiblemente por sus hábitos nocturnos, sus aullidos espeluznantes y sus brillantes y grandes ojos.
Para aplacarlos, se celebraba antiguamente el rito conocido como Lemuria en las noches de los días 9, 11 y 13 de mayo. Ovidio describe este rito en el libro quinto de su Fastos: llegada la medianoche, cuando todo estuviera en calma y silencio, el cabecilla de la familia (latín: pater familias) se levantaba de la cama descalzo, sin llevar ningún nudo o atadura en sus vestimentas y realizaba el gesto de la higa con la mano para protegerse de los malos espíritus. Tras esto, cogía nueve habas negras que ya tendría preparadas, purificaba sus manos lavándolas en una fuente y, lanzando las habas de espaldas por encima de su hombro, decía nueve veces sin volver la vista atrás: «Yo arrojo estas habas, con ellas me salvo yo y los míos» (latín: Haec ego mitto, his redimo meque meosque fabis). Era entonces cuando los lémures recogían las habas y se las comían en lugar de las almas de la familia. Tras esto, el pater familias volvía a purificarse las manos y hacía sonar unos bronces rogando a las almas que salieran de su hogar repitiendo nueve veces la siguiente frase: «Salid, manes de mis padres» (latín: Manes exite paterni). Una vez realizado esto, se giraba entendiendo que había realizado el ritual correctamente y con pureza. El nombre de esta fiesta podría provenir de Remuria, día instaurado por Rómulo, fundador de Roma, para aplacar al fantasma de su hermano Remo, al que mató en una discusión.
Es posible que la costumbre de duendes, trasgos, hadas y otros espíritus de contar o recoger semillas sea una reminiscencia de estos ritos, ya que algunas tradiciones decían que los seres feéricos tenían su origen en las almas de los antepasados o paganos.
Para aplacarlos, se celebraba antiguamente el rito conocido como Lemuria en las noches de los días 9, 11 y 13 de mayo. Ovidio describe este rito en el libro quinto de su Fastos: llegada la medianoche, cuando todo estuviera en calma y silencio, el cabecilla de la familia (latín: pater familias) se levantaba de la cama descalzo, sin llevar ningún nudo o atadura en sus vestimentas y realizaba el gesto de la higa con la mano para protegerse de los malos espíritus. Tras esto, cogía nueve habas negras que ya tendría preparadas, purificaba sus manos lavándolas en una fuente y, lanzando las habas de espaldas por encima de su hombro, decía nueve veces sin volver la vista atrás: «Yo arrojo estas habas, con ellas me salvo yo y los míos» (latín: Haec ego mitto, his redimo meque meosque fabis). Era entonces cuando los lémures recogían las habas y se las comían en lugar de las almas de la familia. Tras esto, el pater familias volvía a purificarse las manos y hacía sonar unos bronces rogando a las almas que salieran de su hogar repitiendo nueve veces la siguiente frase: «Salid, manes de mis padres» (latín: Manes exite paterni). Una vez realizado esto, se giraba entendiendo que había realizado el ritual correctamente y con pureza. El nombre de esta fiesta podría provenir de Remuria, día instaurado por Rómulo, fundador de Roma, para aplacar al fantasma de su hermano Remo, al que mató en una discusión.
Es posible que la costumbre de duendes, trasgos, hadas y otros espíritus de contar o recoger semillas sea una reminiscencia de estos ritos, ya que algunas tradiciones decían que los seres feéricos tenían su origen en las almas de los antepasados o paganos.
Escena de la película Come True |
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