En el Valle de Alagón, entre las poblaciones de Pozuelo de Zarzón y Santa Cruz de Paniagua, se encuentra todavía a día de hoy una cueva conformada por unos solitarios peñascos. Esta estructura es conocida como el «Horno del Drago» y servía antiguamente como morada a un monstruoso gigante con cabeza y brazos humanos pero con el resto del cuerpo de basilisco.
Según lo recogido por Publio Hurtado en su Supersticiones extremeñas, el Drago soltaba unos fuertes bramidos cada vez que tenía hambre, por lo que los vecinos del lugar, aterrados, le entregaban una vaca para saciar su apetito. Este monstruo mataba y colgaba de una argolla a sus sacrificios para luego devorarlos crudos cada día hasta que, eventualmente, los lugareños se quedaron sin ganado que ofrecerle. Ante esta situación, el Drago comenzó a devorar a todos los humanos que encontró en Cáceres y poco a poco se fue dirigiendo al sur arrasando con todo lo que pudiera echarse a la boca. De esta manera bajó en busca de comida a Badajoz, luego a Andalucía y finalmente cruzó al continente africano, donde no se volvió a saber de él. En Seres míticos y personajes fantásticos españoles, de Manuel Martín Sánchez, también se menciona que el Drago acabó regresando a Extremadura, donde murió de inanición por falta de alimento.
Según lo recogido por Publio Hurtado en su Supersticiones extremeñas, el Drago soltaba unos fuertes bramidos cada vez que tenía hambre, por lo que los vecinos del lugar, aterrados, le entregaban una vaca para saciar su apetito. Este monstruo mataba y colgaba de una argolla a sus sacrificios para luego devorarlos crudos cada día hasta que, eventualmente, los lugareños se quedaron sin ganado que ofrecerle. Ante esta situación, el Drago comenzó a devorar a todos los humanos que encontró en Cáceres y poco a poco se fue dirigiendo al sur arrasando con todo lo que pudiera echarse a la boca. De esta manera bajó en busca de comida a Badajoz, luego a Andalucía y finalmente cruzó al continente africano, donde no se volvió a saber de él. En Seres míticos y personajes fantásticos españoles, de Manuel Martín Sánchez, también se menciona que el Drago acabó regresando a Extremadura, donde murió de inanición por falta de alimento.
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