Narigama

El narigama (japonés: 鳴釜; olla que llora) es el tsukumogami nacido a partir de una kama, una olla japonesa empleada principalmente para hervir arroz. Este espectro apareció entre otros muchos yokai en los primeros emaki del Hyakki Yagyo, donde aparece como un diablillo con el cuerpo oculto por una espesa y oscura pelambrera y con una olla envuelta en llamas a modo de casco.

Toriyama Sekien plasmó al Narigama en su Gazu Hyakki tsurezure-bukuro (japonés: 百器徒然袋; Bolsa de los cien utensilios aparecidos al azar), obra en la que decía que si una olla lloraba, era porque estaba poseída por un oni llamado Renjo, pero bastaba con decir su nombre para expulsarlo.

Los sacerdotes del santuario Kibitsu de la prefectura de Okayama todavía realizan un ritual conocido como narukama mediante el cual hacen predicciones basándose en los sonidos que emite una olla al hervir. Según la tradición, este ritual se originó a partir de la leyenda de Ura, un oni al que decapitaron y cuya cabeza no dejaba de llorar y rugir incluso después de que los perros se comieran su carne y la redujeran a un cráneo. La calavera de Ura fue enterrada tras el santuario para intentar ahogar sus lloros, pero fue en vano, pues no cesaba de sollozar. Finalmente, Ura se manifestó en un sueño y dijo que, para apaciguarle, la sacerdotisa Aso debía hacerle una ofrenda de comida; tras esto se manifestaría como una divinidad y diría el porvenir a través de una olla del santuario: si la olla emitía un silbido armónico, se avecinaba buena fortuna, pero si el agua rugía furiosamente, quería decir que vendrían desgracias.

Shigeru Mizuki nos cuenta una historia parecida en su Enciclopedia yokai, donde un campesino de Ohsumi desenterró un día una olla que estaba dentro de una hornacina de piedra; como estaba en buenas condiciones, la vendió y pasó de mano en mano hasta que acabaron en las de un monje de Kioto. Este monje disfrutaba viendo cómo hervía el agua en su nueva olla aunque a veces sonaba como si estuviera llorando. No pudo averiguar por qué sucedía esto, pero un día se percató de que, cuando la olla lloraba, al día siguiente se ponía a llover sin falta, por lo que se puede decir que contaba con ciertos dones proféticos.

Ilustración de Shigeru Mizuki

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