Tanuki

Tanuki (japonés: 狸), o bake-danuki (japonés: 化け狸; tanuki fantasmal), es el término con el que se conoce en Japón al perro mapache, un animal al que, como a los zorros, los tejones o los gatos, se le atribuyen poderes mágicos tales como la habilidad de transformarse o la de poseer a los humanos, por lo que se le considera un yokai. Toriyama Sekien añade en su Gazu Hyakki Yagyo que entre sus tretas también se encuentra la de convertir hojas, ramitas o piedras en monedas, comportamiento similar al de algunos seres feéricos. Lo que más destacaba de los tanuki es que poseían unos testículos enormes cuyo escroto podían estirar para emplearlo como tambores, mantas, paraguas o elementos de sus transformaciones. Si se les trataba bien, atraían la fortuna y prosperidad a un negocio, por eso es común encontrar estatuas de estos animales en casas y comercios de Japón.

Índice



Jefes de los tanuki

Los tanuki eran los animales más habilidosos en el arte de la transformación, superando incluso a los kitsune, a los que siempre ganaban con artimañas cuando entablaban alguna competición. Estos animales ejercían un especial dominio sobre las islas de Sado y Shikoku, donde mantenían a raya a los zorros y no les permitían la entrada.

Danzaburo era uno de los jefes tanuki de la isla de Sado que fue retado por un kitsune para medir sus habilidades. Danzaburo comenzó a vanagloriarse de que podía transformarse, no sólo en una persona, si no en todo el cortejo de un señor feudal. El kitsune, receloso, le pidió que lo hiciera para comprobarlo y, en el acto, el tanuki desapareció para dejar paso a todo un cortejo que apareció por el camino. El kitsune se quedó asombrado y se acercó al cortejo para admirar lo realista que parecía, pero fue capturado por un grupo de samuráis porque, realmente, se trataba del cortejo de un señor feudal. Danzaburo se había reído del zorro y todos los enfrentamientos posteriores que tuvo los ganó de manera similar, quedando siempre invicto. Este tanuki también contaba con cierto poder sobre los humanos. Era famoso por sus engaños en los que vendía ramitas y piedras transformadas en lingotes de oro o con los que atraía seguidores realizando milagros. No siempre actuaba con malicia, a veces entregaba dinero real a quien pasaba penurias, aunque ese dinero procediera de sus estafas, o devolvía lo robado dejando en su lugar un papel indicando el nombre de su víctima, la cantidad que había cogido y la fecha en la que lo devolvería.

En la Enciclopedia yokai de Shigeru Mizuki se dice que, en Shikoku, el más famoso de los jefes de los tanuki fue Inugami Gyobu, también conocido como Happyakuachi danuki (japonés: Tanuki de los 808), ya que gobernaba sobre ochocientos ocho tanuki que, a su vez, eran jefes de los tanuki de sus respectivas zona. Con tal ejercito bajo su mando, Inugami Gyuobu ideó un plan para tomar el castillo de Matsuyama de la prefectura Ehime, pero fracasó ya que el samurái Inao Heitaro puso en retirada a todos los tanuki gracias al prodigioso mazo que le había entregado Sanmoto Gorouzaemon, un espíritu malvado. Al final, Inugami Gyobu y sus ochocientos ocho vasallos acabaran encerrados en una cueva que actualmente se encuentra en la ciudad de Matsuyama, donde hay un santuario sintoísta llamado Yamaguchi Reishin.

Danzaburo, usando su escroto como cojín, le presta dinero a unos comerciantes
Ilustración de Cien imágenes de Kyosai, de Kawanabe Kyosai

Transformación

Gracias a sus poderes, los tanuki podían transformarse en lo que quisieran, ya fueran humanos, grandes multitudes, construcciones o incluso monstruos. Esto ha llevado a creer en Japón que muchos yokai y espectros son en realidad engaños de estos animales. En Shirahama se cuenta la historia de un tanuki de un solo ojo (hitotsume danuki) que salía de noche al encuentro de viajeros para asustarlos. Cuando su jugarreta no daba resultado, se enfadaba y hacía crecer su único ojo, dándole un aspecto horrible que espantaba hasta a los más valientes. Sus fechorías duraron hasta que se topó con un hombre ciego. Como éste se mantenía impasible ante sus trucos porque no podía ver su aspecto, hinchó tanto su ojo que se le salió de la cara disparado y acabó matándose al caer de espaldas sobre una roca.

Cuentan también que un célebre poeta de haiku llamado Rozan se encontró con un viejo amigo que le propuso ir a su casa para celebrar un intercambio de poesías. Durante la velada, a Rozan se le cayó una brasa de su tabaco y prendió el tatami del suelo. El fuego se propagó en un abrir y cerrar de ojos devorándolo todo y, cuando Rozan se dio cuenta, se encontró en medio del campo sin rastro de la casa en la que se encontraba. Al contar a los lugareños lo sucedido, le dijeron que la casa era una ilusión creada por un tanuki y que lo que prendió la brasa de su tabaco en realidad fue el escroto extendido de este animal. Shigeru Mizuki añadió al final de esta historia que a este animal se le conocía como mame-danuki (tanuki diminuto) y, en los días lluviosos, sale en busca de sake utilizando su escroto como manto.

En el Kikimimi zoshi («Libro de los cuentos que escuché») de Sasaki Kizen aparece la historia de un tanuki que se coló en la casa donde se estaba celebrando una boda. Aprovechando que las nupcias no podían celebrarse porque todavía no había llegado uno de los grandes patriarcas, un tanuki tomó su lugar y se presentó transformado en él para comerse todo lo que pudiera del festín. Cuando acabó la boda y el falso patriarca insistía en marcharse a toda prisa, un perro, animal enemigo de los tanuki y los zorros, descubrió su verdadera identidad y le obligó a ocultarse debajo del entarimado que rodeaba la casa, donde lo acorraló y mató. Cuando el perro salió, llevaba en su boca un viejo y gordo tanuki, y al poco rato apareció el auténtico patriarca.

El mismo destino tuvo un tanuki de Awajii conocido como Shibaemon, uno de los más famosos junto a Danzaburo y Hage Tanuki. Existen distintas leyendas sobre él, pero todas coinciden con su final. La recogida en la Encicopledia Yokai de Shigeru Mizuki cuenta que Shibaemon era un campesino que solía ofrecerle comida a un tanuki que visitaba su casa con frecuencia. Como entablaron amistad, Shibaemon le pidió que se transformara en humano para poder conversar y éste adoptó el aspecto de un hombre mayor para contarle antiguos relatos. Un día, llegó a su aldea una compañía de teatro y el tanuki, transformado en humano, se presentó para verla. Por desgracia, unos perros lo descubrieron y lo mataron a mordiscos. Como era un tanuki anciano y muy veterano, su magia era tan poderosa que su transformación duró incluso medio mes después de su muerte. A la gente le asombró tanto su capacidad mágica que en las cercanías de la torre del castillo de Sumoto, se erigió un templillo destinado a rezar por el Shibaemon-danuki («tanuki de Shibaemon»).

Ilustraciones del Mame-danuki y Shibaemon atacado por los perros en el Ehon Hyaku monogatari

La tetera de la buena suerte

La leyenda conocida como Morinji no kama (japonés: 茂林寺釜; la olla del templo Morin), tal y como indica su nombre, transcurrió en el templo budista Morinji, situado en la prefectura de Gunma, donde vivía un monje llamado Shukaku. Éste mostraba un especial cariño por una gran tetera metálica que, por más agua caliente que se vertiera de ella en las tazas, parecía no agotarse nunca. Un día, cuando Shukaku estaba echándose la siesta, se olvidó de taparse el trasero y un monaguillo del templo que pasaba por ahí vio que tenía una cola asomando. Fue así como se descubrió que Shukaku era en realidad un tanuki y que su tetera era fruto de sus artes mágicas. Al revelarse su naturaleza, Shukaku decidió abandonar el templo. En el día de su despedida, recreó con su ilusionismo la batalla de Yashima entre los Minamoto con los Taira o el último día de Buda. Según el libro Kasshi Yawa de Matsura Seizen, Shukaku era un tanuki de miles de años de edad que en su día había escuchado al mismísimo príncipe Siddartha predicar en la India sobre la religión budista., mientras que Toriyama Sekien dijo de él en su Konjaku Hyakki Shūi que Shukaku vivió en el templo durante siete generaciones.

De la historia anterior deriva la conocida como Bunbuku chagama (japonés: ぶんぶく茶釜; tetera de la buena suerte). En esta leyenda, el tanuki no es un monje, sino la olla en sí. En el cuento, uno de los sacerdotes del templo Morinji se hizo con una bella tetera que, al ponerla en el fuego a hervir, sacó cuatro patas y la cabeza de un tanuki que se quejaba de dolor. Aterrorizado ante este hecho, el monje cogió la tetera cuando volvió a su forma normal y se deshizo de ella vendiéndosela a un pobre chatarrero. Aquella noche, el chatarrero fue despertado por la propia tetera, que había vuelto a sacar la cabeza y las patas de un tanuki. Ésta le dijo que si le trataba bien y no la ponía al fuego para hervir agua, como le ocurrió en el templo, se encargaría de hacerle famoso y traerle fortuna. Viendo que el chatarrero le daba libertad y buena comida, el tanuki-tetera le dijo que debían recorrer el país realizando un espectáculo, ya que la gente pagaría por ver a una tetera bailar y danzar al son de la música. Tanto creció su fama que hasta fue llamado por la princesa para que le realizara un espectáculo privado. Al final, el chatarrero consiguió tanto dinero que se retiró y el tanuki-tetera fue devuelto al templo Morinji, donde aún a día de hoy se guarda como un gran tesoro e incluso se le adora.

La verdadera identidad del monje Shukaku - Tsukioka Yoshitoshi Bunbuku chagama - Frederick Richardson

El escroto de los tanuki

Lo que más destaca de los tanuki son sus enormes testículos. Capaces de expandir y agrandar su escroto, han sido representados en multitud de ilustraciones empleando sus gónadas de mil maneras diferentes, incluyéndolas como elementos de sus transformaciones. Las siguientes imágenes del estilo ukiyo-e pertenecen a Utagawa Kuniyoshi, el cual plasmó a estos animales hasta recreando yokai como los tengu y la rokurokubi con sus escrotos:

Agradecimiento de los tanuki

Como se ha visto, los tanuki podían ser muy agradecidos si se les trataba bien. Tal fue el caso que se dio en la actual provincia de Tokushima, donde el dueño de una tintorería evitó que sus hombres echaran al tanuki que se había guarecido en un agujero de su local. Sabiendo de la gratitud de estos animales, el dueño le dejaba comida cada día junto a su guarida hasta que, un día, uno de los trabajadores del local llamado Mankichi fue poseído por el tanuki, que comenzó a hablar por su boca. A estas posesiones se las conocía como tanuki-tsuki y, por lo que se ve, éste se llamaba Kincho y ese año cumplía doscientos seis años de edad. Al parecer, unas inundaciones le obligaron a abandonar su hogar y tuvo que buscar refugio en su tintorería. Gracias al trato tan hospitalario que le había dado, él y su familia harían todo lo posible para que su negocio prosperara, y lo logró atrayendo clientela adivinando el porvenir a través de Mankichi, todavía poseído por el tanuki.  Kincho finalmente salió del cuerpo de Mankichi para enfrentarse a otro tanuki llamado Rokuemon. Aunque se cree que Kincho ganó, murió al poco por las heridas sufridas en combate.

En la era Eiroku llegó a Japón, junto a los cristianos, un tanuki que se dedicó a explorar el nuevo país hasta que se alojó en una mina abandonada en Kamogawa. A veces se transformaba en humano para participar en los bailes del O-bon. Un día, este tanuki reunió a los aldeanos de la localidad y les dijo que, para agradecer la hospitalidad con la que le habían recibido, se dedicaría a cuidar de sus vacas y caballos, a prevenirles de incendios y robos y de cuidar de la aldea en general. Entonces, la gente levantó los santuarios Karai jinja y Kubota Jinja para que en ellos se pudiera venerar al tanuki como Maho-sama («honorable mago»).

Kachi-kachi yama

En el cuento Kachi-kachi yama (japonés: Montaña del crepitar del fuego), recogido en The Japanese Fairy Book, aparece el extraño caso de un tanuki totalmente malévolo. En esta historia, una anciana pareja de campesinos veía cómo su cosecha era saqueada constantemente por un tanuki que vivía en la misma montaña que ellos. Harto de la situación, el campesino llenó la zona de trampas y por fin un día logró atrapar a su molesto vecino. Como el anciano debía salir al campo a trabajar, ató al tanuki con unas cuerdas y lo colgó del techo para preparar más tarde una sopa con él. La vigilancia del animal quedó a cargo de su vieja mujer mientras preparaba mochi, pero la pobre, ingenua y de buen corazón, liberó al tanuki que imploraba por su libertad a cambio de ayudarla en la ardua tarea de machacar el arroz. Cuando la mujer le entregó el mortero al animal, éste se volvió contra ella, la mató y preparó una sopa con ella. Al llegar el marido al final del día, el tanuki adoptó la forma de la anciana y le sirvió la macabra sopa que había preparado con su cuerpo. Cuando comió de ella, el tanuki volvió a su forma original, le reveló al anciano lo que había hecho y salió huyendo de la casa, dejando al pobre hombre desolado y lloroso.

Un conejo que vivía por la zona se paró a preguntar al hombre por lo sucedido, ya que lo vio tan profundamente abatido. Al enterarse de la historia, prometió ayudar al campesino y decidió vengarse del tanuki. Para ello, lo buscó por todo el bosque y la montaña, pero al fin lo encontró escondido en su madriguera, ya que no se atrevía a salir por miedo a la venganza que pudiera concebir el airado campesino. El conejo le preguntó que qué hacía en su madriguera con el buen tiempo que hacía fuera, que saliera con él a recoger hierba. Pensando que sería buena idea salir y alejarse de la casa del anciano, fue con el conejo a una lejana montaña, pero cuando llevaba la espalda cargada con un buen fajo de hierbajos, el conejo cogió un yesquero y le prendió fuego. Al oír el chasquido del instrumento, el tanuki preguntó qué era eso, a lo que el conejo respondió que sería el «crack, crack» del crepitar del fuego, pues se encontraban cerca de la Montaña del crepitar del fuego. Al extenderse las llamas por los hierbajos, el conejo le dijo que ese ruido era debido a que ahora estaban en la Montaña ardiente. Al final, el fuego llegó hasta el pelo del tanuki, que salió corriendo en llamas a esconderse en su madriguera lleno de horribles quemaduras, pero no murió y llegó a sanar de ellas pasado un tiempo.

Una vez curado, el conejo volvió a visitar al tanuki y le convenció para ir de pesca. Al llegar a la playa había dos botes que había fabricado él mismo, uno de madera y el otro de barro. Como era de esperar, le ofreció al tanuki el que estaba hecho de barro y, cuando estaban ya bastante lejos de la orilla, éste comenzó a deshacerse. Cuando el tanuki se estaba hundiendo en su barco e imploraba por ayuda, el conejo le reveló sus auténticas intenciones y acabó por rematarle golpeándole en la cabeza con su remo. Fue así como el conejo vengó la muerte de la pobre anciana y se quedó a vivir con el campesino.

Japanese fairy tale series nº5: Kachi-Kachi-Yama, publicado por Hasegawa Takejirō

Travesuras y comportamiento

Los tanuki disfrutaban de tocar el tambor usando sus estómagos o testículos como instrumento de percusión. Se conocía como tanuki bayashi («percusión danuki») al sonido de tambores de procedencia desconocida que se podía oír en las montañas o los bosques. Al igual que los kitsune, los tanuki también podían producir fuegos. En su caso, se llamaban tanuki bi («fuego de tanuki») y cuenta Shigeru Mizuki que para protegerse de estas luces y espantar a los animales que las portan bastaba con orinar en dirección hacia ellas o escribirse en la palma de la mano el carácter de «perro» y luego posarla sobre la rodilla.

Estos animales también se casaban y realizaban bodas como los humanos o los kitsune. En el barrio de Tokushima, de la ciudad del mismo nombre, vivía un guerrero llamado Mori Heima. Bajo el repecho de madera que circundaba su mansión tuvo lugar la boda de unos tanuki. Sin embargo, los adultos no pudieron verla y el discurrir de la ceremonia solo fue visible para los niños.

Cuando poseían a una persona, hecho conocido como tanuki tsuki y muy frecuente en la región de Shikoku, especialmente en la prefectura de Tokushima, ésta se volvía muy comilona y terminaba echando barriga, pero, por otro lado, también perdía fuerzas y el poseído acababa muriendo. Para acabar con este tipo de posesión, no hay más opción que pedir la ayuda de un monje de la rama shugendo. En la prefectura de Kagawa se dio el caso, según recogió Shigeru Mizuki, de que una familia alimentaba a un tanuki ya entrado en años para pedirle como favor que perjudicase a una familia con la que estaban enemistados. Por lo general, los tanuki poseen a la gente para gastarles bromas o porque dicha persona lo ha echado de su hogar. Lo normal en estas historias es que el poseído cuente los motivos del tanuki una vez ha sido exorcizado.

A veces les gusta gastar bromas de lo más variopintas a los humanos. En Nakayama Shita, las mujeres de la familia de un noble llamado Hijikata se veían asaltadas por una mano velluda que les acariciaba el trasero cada vez que iban al baño. Aunque se mudaron a la zona de Shimoda-machi, el suceso seguía repitiéndose, por lo que Hijikata decidió esperar a que volviera a aparecer la mano y, cuando la tuvo a la vista, cortó con su katana. Al recoger el miembro amputado, vio que se trataba de la pata de un viejo tanuki y decidió guardársela. Una noche más tarde, apareció el tanuki junto a su almohada implorándole que le devolviera la pata y, si lo hacía, le enseñaría a elaborar un medicamento secreto. Hijikata se compadeció de él y aceptó el trato, le devolvió la mano y el tanuki le enseñó cómo fabricar un emplaste medicinal al que llamaron bakemonoko («emplaste del fantasma»).

En la comarca de Mima, donde, cualquiera que cruce cierta arboleda de noche, acabará con la cabeza rapada sin darse cuenta por culpa del bozu-danuki («tanuki de los monjes»). En esta misma comarca, había un lugar llamado Tarui, en la aldea de Inoshiri, donde un tanuki tenía su guarida bajo un gran almez chino. Cualquiera que pasara por allí de noche, era víctima de sus bromas y transformaciones. Una noche, un valiente de la aldea llamado Heihachi, decidió enfrentarse al tanuki y lo esperó subido a su árbol con un hacha preparada. Al rato, uno de sus vecinos apareció y le dijo que su madre había muerto de una grave enfermedad y que tenía que volver al pueblo rápidamente. Heihachi dudó de su palabra y siguió aferrado al árbol. Entonces vio cómo de las casas de la aldea iba saliendo gente con farolillos que se iba reuniendo en torno a su casa, de donde sacaron un ataúd y, en procesión, lo llevaron hasta un cementerio que había junto al árbol donde se encontraba. Mientras veía cómo realizaban el sepelio, el espíritu de su madre surgió del ataúd abalanzándose contra él por ingrato y desconsiderado, pero Heihachi empuñó su hacha y le asestó un golpe en la cabeza. Triste y abatido, porque creía que se trataba de su verdadera madre, vio al amanecer cómo el cadáver se transformaba en el viejo tanuki, ya que todo lo sucedido aquella noche fue obra suya para asustarle.

Tanukis en un día lluvioso - Tsukioka Yoshitoshi

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