Bakeneko

Es una creencia común en Japón que, cuando un animal alcanza cierta edad, se convierte en un yokai y obtiene poderes mágicos, tal y como les pasa a los tanuki, kitsune, mujina e itachi. A los gatos les ocurre cuando cumplen más de trece años o superan un kin de peso (3,75 kg); entonces crecen en tamaño, se les alarga la cola y se convierten en bakeneko (japonés: 化け猫; gato fantasma/monstruo). Es común representarlos bailando sobre dos patas con una toalla o paño en la cabeza y lamiendo el aceite de las lámparas.

A los más viejos y poderosos se les acaba diviendo la cola en dos y se convierten en nekomata (japonés: 猫又; gato bifurcado). Debido a esto, se les suele cortar la cola para evitar que se conviertan en yokai, ya que con sus poderes pueden matar a humanos y suplantar su identidad; lanzar maldiciones; robar cadáveres, como en el caso de los kasha; e incluso resucitar a los muertos para utilizarlos como esclavos.

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Tríptico de Okazaki no Neko, parte de la obra kabuki Hitori Tabi Gojûsan Tsugi - Utagawa Kuniyoshi

El gato vampiro de Nabeshima

Uno de los bakeneko más famosos fue el que hostigó al príncipe de Hizen, miembro de la familia Nabeshima. El príncipe solía pasear por sus jardines con O-Toyo, su cortesana favorita, pero una noche, cuando regresaban a palacio, no se percataron de que les seguía a escondidas un gato de gran tamaño. Aquella noche, O-Toyo se despertó con el presentimiento de que alguien le estaba observando y vio al gigantesco gato acechándole en la oscuridad; antes de que pudiera gritar, se avalanzó contra ella y la estranguló. Después, el gato cavó un hoyo, ocultó el cuerpo de la joven y adoptó su aspecto.

El príncipe, que no sabía de lo ocurrido, continúo con su vida prendado de la falsa O-Toyo, pero día a día sus fuerzas decaían hasta que finalmente acabó gravemente enfermo. Ninguna medicina parecía hacerle efecto y sus vasallos se dieron cuenta de que cuando más sufría era por las noches, por lo que decidieron que cien de ellos le vigilarían mientras dormía. Desgraciadamente, todos caían en un extraño sopor pasadas las diez de la noche y la falsa O-Toyo aprovechaba para colarse en la habitación y atosigar al príncipe.

Como la situación no mejoraba, acabaron llamando al sacerdote Ruiten para que rezara por el príncipe. Mientras ejercía sus oraciones, oyó un ruido en el jardín y vio a un joven soldado purificándose y rezando ante una estatua de Buda por su señor, por lo que, conmovido por su fidelidad, intercedió por él al día siguiente y solicitó que formara parte de los cien vasallos que intentaban vigilar al príncipe por las noches. Ito Soda, que es como se llamaba el muchacho, notó el efecto del sueño a las diez en punto de la noche como el resto de hombres, pero para poder superarlo tomó una medida drástica y se apuñaló los muslos para mantenerse despierto. Al rato apareció O-Toyo complacida de ver a todos los soldados dormidos y se acercó maliciosamente al príncipe, pero, al percatarse de que Ito Soda aún estaba consciente, se vio obligada a retirarse. Como fue el único en mantenerse en vela, se le encargó que vigilase a su señor todas las noches y, gracias a su vigía, el príncipe recuperó la salud al no recibir las visitas de O-Toyo.

Las sospechas de que O-Toyo en realidad era un espectro crecieron e Ito Soda decidió presentarse en sus aposentos para matarla. Colocó a ocho soldados fuera e intentó atacarle con su espada, pero ella se defendió con una lanza. Al ver que no podía vencer al muchacho, decidió huir convertirda en gato; esquivó las flechas de los soldados que estaban esperándola y huyó a la montaña. Fuera de palacio, el bakeneko continuó creando estragos en la vecindad, pero el príncipe logró acabar con ella en una batida de caza.

El bakeneko acecha a O-Toyo - Toyohara Chikanobu Se desvela la identidad del bakeneko - Utagawa Kunisada

Los lobos llaman a Koike-baba

Otro macabro relato en el que un gato se hace pasar por un humano lo podemos encontrar en la historia que le ocurrió a uno de los siervos del clan samurái de Koike, en Unshu Matsue. Este hombre se vio atacado una noche por una manada de lobos que acabaron arrinconándolo en lo alto de un árbol. Para llegar hasta él, los lobos formaron una columna subiéndose uno encima del otro, pero, como les faltaba uno para alcanzarle, decidieron llamar a Koike-baba (la vieja Koike).

Al rato apareció un gato gigantesco que subió a lo alto de la columna de lobos y, cuando estuvo a punto de lanzarse contra el hombre, éste le asestó un golpe en la frente con su katana. Todos los animales desaparecieron asustados y sólo quedó en el suelo la tapa de una tetera que se le había caído al gato. Al día siguiente, mientras examinaba la tapa, nuestro protagonista se dio cuenta de que ya la había visto antes en la casa de su señor, así que decidió comunicárselo.

Cuando llegó a la mansión, se encontró con un gran revuelo, pues había desaparecido la tapa de una de las grandes teteras de la familia y la madre del señor había aparecido con una gran herida en la frente. Al contarle a su amo todo lo que había vivido la noche anterior y mostrarle la tapa de la tetera, éste se dirigió de inmediato a los aposentos de su madre y la mató con su katana mientras dormía. Bajo su futón, en lugar del cuerpo de la anciana, encontraron el cadáver de un gran gato.

Takasu no bakeneko - Shigeru Mizuki

El bakeneko de Takasu Genbei

Algo parecido a la historia anterior le ocurrió a Takasu Genbei, uno de los vasallos del señor de Tanba. Todo comenzó cuando desapareció el gato que tenía por mascota y al poco tiempo su madre empezó a desarrollar un comportamiento extraño: le desagradaba ver a otras personas y sólo comía cuando se encontraba sola en su habitación. Como este comportamiento llamó la atención de todo el mundo, algunos de los criados la espiaron y vieron cómo se alimentaba igual que un animal. Genbei acabó llegando a la conclusión de que aquello ya no era su madre, sino un bakeneko que la había sustituido, así que decidió acabar con la vida de la impostora.

Tras muchas dudas y remordimientos, disparó una flecha contra la mujer, pero contempló horrorizado que el cadáver mantenía forma humana. Lleno de pesar, estuvo a punto de suicidarse haciéndose el harakiri, pero consiguieron contenerlo diciéndole que esperara al día siguiente a ver qué ocurría. Pasada la noche, la magia del bakeneko se disipó y se reveló su verdadero aspecto. Después de eso, Genbei encontró el cadáver de su verdadera madre enterrado en su cuarto bajo las esteras del tatami.

Los gatos de montaña

Shigeru Mizuki recogió en su Enciclopedia Yokai un relato sobre los yamaneko (gatos de montaña). Un hombre que iba de camino a Sekishu, la actual prefectura de Shimane, estaba cruzando un paso de montaña cuando se le hizo de noche. Al apretar el paso, le salió por el camino un lobo que le mordió los faldones del kimono, impidiendo que pudiera avanzar. El hombre caminó lo que pudo arrastrando al lobo, pero en cierto punto el animal se detuvo por completo y se vio obligado a detenerse. Allí parado, el hombre contempló como una miriada de lucecitas se aproximaban a él. Lo que primero confundió con antorchas resultaron ser los brillantes ojos de un desfile de gatos, que pasaron ante él sin hacerle ningún daño gracias a la presencia del lobo. Según Mizuki, este animal era en realidad una deidad protectora de la montaña.

La generosidad de Okesa

Pese a los ejemplos anteriores y la mala fama que tenían los gatos en Japón, hay algunas historias en las que son benefactores de los humanos. Matthew Meyer recogió un relato sobre Okesa, uno de los muchos gatos que tenía una anciana de la isla Sado. Esta mujer era muy pobre y apenas tenía dinero para comida, por lo que los gatos que le hacían compañía la fueron abandonando poco a poco hasta que sólo quedó Okesa, a la que alimentaba aunque no tuviera para comer ella misma. Desgraciadamente llegó a un punto en el que no podía mantenerse y lloró ante la gata suplicándole que no se fuera ella también. Al día siguiente, como temía, la gata se había ido, pero con lo que no contaba es que iba a volver transformada en una hermosa joven y que iba a ofrecerle su ayuda.

Okesa quería devolverle a su dueña todo el cariño y cuidados que le había brindado, por lo que le dijo que debía venderla como geisha a un adinerado hombre de Edo que había llegado a la ciudad. La anciana hizo lo que le había indicado su gata y ganó tal cantidad de dinero que podría mantenerse para el resto de su vida. Okesa, por su parte, se convirtió en la geisha más famosa y aclamada de Edo.

Todo le iba bien hasta que la tripulación de un barco que acaba de llegar a la ciudad fue a visitarla. Todos comieron, bailaron y bebieron toda la noche hasta que cayeron rendidos, pero el capitán, que se despertó de imprevisto, vio en la sala a un gigantesco gato vestido con las ropas de Okesa devorando un pescado. El gato se giró hacia él y le dijo que no le contara a nadie lo que había visto si no quería sufrir las consecuencias. El capitán prometió guardar silencio, pero cuando partieron al día siguiente y se encontraba en alta mar con sus hombres, les contó lo que vio aquella noche. De repente y salida de la nada, llegó una tormenta de negros nubarrones de entre los cuales salió una enorme zarpa de gato que se llevó al capitán por romper su promesa.

Ilustración de la escena Okazaki no Neko de la obra Hitori Tabi Gojûsan Tsugi - Utagawa Kuniyoshi

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