El duende zahorí, duende de los extravíos o duende buscador, es un personaje del folklore cántabro que, a diferencia del resto de duendes y trasgos, ayuda a las personas buenas a encontrar objetos que han perdido. Es de corta estatura, de piel tostada, ojos negros y pelo rubio; en la mano derecha lleva un catalejo y en el hombro izquierdo una honda para defenderse de los animales salvajes. De su vestimenta, lo que más destaca son una varita blanca que lleva a modo de báculo y sus zapatos, que están hechos con madera de fresno y tienen la suela de piedra.
Los que precisan su ayuda sólo tienen que decir: «Duende, duendecito, una cosa yo perdí. Duende, duendecito, compadécete de mí». Si el que lo llama es mala persona, le responde con una carcajada, y si descubre que realmente no creen en él, encuentra el objeto perdido pero se lo da a otra persona que lo necesite. A los niños y ancianos que le llaman, los coge en volandas y los lleva a cuesta, pues tiene gran fuerza pese a ser pequeño. A veces pide propina por su trabajo, que luego reparte con los necesitados.
Los que precisan su ayuda sólo tienen que decir: «Duende, duendecito, una cosa yo perdí. Duende, duendecito, compadécete de mí». Si el que lo llama es mala persona, le responde con una carcajada, y si descubre que realmente no creen en él, encuentra el objeto perdido pero se lo da a otra persona que lo necesite. A los niños y ancianos que le llaman, los coge en volandas y los lleva a cuesta, pues tiene gran fuerza pese a ser pequeño. A veces pide propina por su trabajo, que luego reparte con los necesitados.
Ilustración de Gustavo Cotera |
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