Las Hespérides (griego antiguo: Ἑσπεριδες; Vespertinas) eran unas ninfas de la mitología griega relacionadas con el ocaso y la dorada luz de los atardeceres. Vivían al oeste, ya fuera más allá del amplio Océano o en el norte de África, en Libia, donde el titán Atlas fue condenado a sostener la bóveda celeste y más tarde acabaría convirtiéndose en la cordillera del Atlas.
En aquellas lejanas tierras cuidaban del magnífico jardín que le entregó Gea a la diosa Hera como regalo de bodas. En dicho vergel crecía un manzano cuyos frutos eran dorados y, como protección extra, estaba custodiado por el dragón Ladón. Diodoro Sículo recogió otra versión en la que las Hespérides en realidad cuidaban de un rebaño de ovejas de gran belleza, de ahí que se les llamase poéticamente «manzanas doradas», pues en griego se utiliza la misma palabra tanto para «oveja» como para «manzana» (griego antiguo: μῆλον; mélon).
Su ascendencia, número y nombres varía de autor en autor. Hesíodo dijo que eran tres hijas de Nix en su Teogonía: Egle, Eritea y Hesperetusa. En la Biblioteca mitológica se añade una cuarta, siendo sus nombres Egle, Eritía, Hesperia y Aretusa. Diodoro Sículo es el que da una versión más alejada a la del resto en su Biblioteca histórica, pues serían siete ninfas hijas de Atlas y Hespéride, hija de su hermano Héspero; por lo que se les conocía como Atlántides por su padre y Hespérides por su madre.
Estas doncellas se vieron involucradas en las aventuras de diversos héroes. El rey Euristeo le impuso como undécimo trabajo a Heracles el conseguir las manzanas de oro que cuidaban las Hespérides, por lo que el hijo de Zeus, para saber dónde se encontraban las ninfas, se vio obligado a atrapar al dios marino Nereo para que le indicara con sus dotes proféticas dónde vivían las hermanas.
Una vez dispuso de la información partió hacia ellas y, en el camino, realizó grandes actos en tierras extranjeras: acabó con el gigante Anteo, mató al cruel Busiris y liberó al titán Prometeo de sus cadenas después de deshacerse del águila que le devoraba el hígado día tras día. En agradecimiento, Prometeo le aconsejó que no cogiera él mismo las manzanas, sino que sustituyera a Atlas en su castigo de sostener el firmamento y que las recogiera él. Cuando el titán se hizo con tres de estos frutos, intentó engañar a Heracles diciéndole que él mismo iría hasta Euristeo para entregárselas; por suerte fue advertido en su momento por Prometeo y el héroe le dijo que estaba de acuerdo, pero primero necesitaba acomodarse la capa a modo de almohada; así intercambiaron puestos de nuevo y Atlas volvió a sostener el cielo.
Otras versiones dicen que no hizo falta la mediación de Atlas, sino que las cogió el mismo Heracles después de matar a Ladón con sus flechas. Tras presentar las manzanas ante Euristeo, la diosa Atenea las devolvió al jardín al que pertenecían. Apolonio de Rodas continúo este mito diciendo que al poco llegaron los argonautas a las tierras de las Hespérides, donde las encontraron llorando por la reciente muerte de Ladón; por suerte Orfeo las consoló con sus cánticos y las ninfas les indicaron dónde encontrar una fuente en la que aplacar su sed.
Perseo también tuvo que encontrar a las Hespérides cuando se dispuso a matar a la monstruosa Medusa, pues ellas guardaban el kíbisis (griego antiguo: κίβισις), un zurrón mágico que podía contener la cabeza de la gorgona, unas sandalias aladas y el casco de la invisibilidad de Hades. Primero tuvo que encontrar a las Grayas, hermanas de las gorgonas, que le indicaron cómo llegar a las Hespérides para pertrecharse cuando les quitó el único ojo y diente que compartían. Una vez equipado, Perseo pudo hallar a Medusa y decapitarla mientras dormía sin sufrir ningún daño.
En aquellas lejanas tierras cuidaban del magnífico jardín que le entregó Gea a la diosa Hera como regalo de bodas. En dicho vergel crecía un manzano cuyos frutos eran dorados y, como protección extra, estaba custodiado por el dragón Ladón. Diodoro Sículo recogió otra versión en la que las Hespérides en realidad cuidaban de un rebaño de ovejas de gran belleza, de ahí que se les llamase poéticamente «manzanas doradas», pues en griego se utiliza la misma palabra tanto para «oveja» como para «manzana» (griego antiguo: μῆλον; mélon).
Su ascendencia, número y nombres varía de autor en autor. Hesíodo dijo que eran tres hijas de Nix en su Teogonía: Egle, Eritea y Hesperetusa. En la Biblioteca mitológica se añade una cuarta, siendo sus nombres Egle, Eritía, Hesperia y Aretusa. Diodoro Sículo es el que da una versión más alejada a la del resto en su Biblioteca histórica, pues serían siete ninfas hijas de Atlas y Hespéride, hija de su hermano Héspero; por lo que se les conocía como Atlántides por su padre y Hespérides por su madre.
Perseo pertrechado por las Hespérides - Edward Burne-Jones | Heracles en el jardín de las Hespérides - Lucas Cranach el Viejo |
Una vez dispuso de la información partió hacia ellas y, en el camino, realizó grandes actos en tierras extranjeras: acabó con el gigante Anteo, mató al cruel Busiris y liberó al titán Prometeo de sus cadenas después de deshacerse del águila que le devoraba el hígado día tras día. En agradecimiento, Prometeo le aconsejó que no cogiera él mismo las manzanas, sino que sustituyera a Atlas en su castigo de sostener el firmamento y que las recogiera él. Cuando el titán se hizo con tres de estos frutos, intentó engañar a Heracles diciéndole que él mismo iría hasta Euristeo para entregárselas; por suerte fue advertido en su momento por Prometeo y el héroe le dijo que estaba de acuerdo, pero primero necesitaba acomodarse la capa a modo de almohada; así intercambiaron puestos de nuevo y Atlas volvió a sostener el cielo.
Otras versiones dicen que no hizo falta la mediación de Atlas, sino que las cogió el mismo Heracles después de matar a Ladón con sus flechas. Tras presentar las manzanas ante Euristeo, la diosa Atenea las devolvió al jardín al que pertenecían. Apolonio de Rodas continúo este mito diciendo que al poco llegaron los argonautas a las tierras de las Hespérides, donde las encontraron llorando por la reciente muerte de Ladón; por suerte Orfeo las consoló con sus cánticos y las ninfas les indicaron dónde encontrar una fuente en la que aplacar su sed.
Perseo también tuvo que encontrar a las Hespérides cuando se dispuso a matar a la monstruosa Medusa, pues ellas guardaban el kíbisis (griego antiguo: κίβισις), un zurrón mágico que podía contener la cabeza de la gorgona, unas sandalias aladas y el casco de la invisibilidad de Hades. Primero tuvo que encontrar a las Grayas, hermanas de las gorgonas, que le indicaron cómo llegar a las Hespérides para pertrecharse cuando les quitó el único ojo y diente que compartían. Una vez equipado, Perseo pudo hallar a Medusa y decapitarla mientras dormía sin sufrir ningún daño.
El jardín de las Hespérides - Albert Herter |
Fuentes
Apolonio de Rodas: Argonáuticas. Gredos, Madrid (1996).Diodoro Sículo: Biblioteca histórica IV-VIII. Gredos, Madrid (2004).
Hesíodo: Obras y fragmentos. Gredos, Madrid (1978).
Pseudo Apolodoro de Atenas: Biblioteca mitológica. Gredos, Madrid (1985).
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