Las Erinias o Erinis (
griego: Ερινυες; Ερινυς), conocidas en la
Antigua Roma como Furias (
latín:
Furiae o
Dirae; Malos presagios, Execradoras), fueron tres diosas
ctónicas de la
mitología clásica llamadas Tisífone (
griego: Τισιφονη; Vengadora de asesinatos), Alecto (
griego: Αληκτω; La que no cesa) y Megera (
griego: Μεγαιρα; Resentimiento).
Estas diosas eran descritas como horribles mujeres aladas que tenían serpientes enredadas en sus cabellos, muñecas y cinturas; iban vestidas con largos ropajes negros de luto o con botas y faldas cortas como las que vestían las mujeres que salían de caza. Habitaban en el
inframundo, donde torturaban las almas de los condenados con látigos y antorchas. Además, sus animales asociados eran la
víbora y el
autillo, que solían acompañarlas cuando hacían acto de presencia para anunciar un mal fario, como cuando se presentaron en las nupcias de
Tereo y
Procne, pareja que cometería horribles actos durante su relación.
Según la
Teogonía de
Hesíodo,
Gea quedó fecundada cuando la sangre de
Urano cayó sobre ella al ser castrado por su hijo
Cronos; tras un año de gestación nacieron las Erinias junto a los
Gigantes y las
ninfas Melias; sin embargo, otros autores como
Virgilio,
Ovidio y
Esquilo, las hacen hijas de
Nix. Para finalizar con lo referente a su ascendencia, obras como los
Himnos Órficos las consideran hijas de
Hades y
Perséfone, mientras que
Valerio Flaco hizo una pequeña mención en su
Argonáutica en la que dijo que eran descendientes de
Poena, diosa del castigo y asistente de
Némesis. Según
Quinto de Esmirna, una de ellas fue madre, junto a
Boreas, de los
cuatro caballos que tiran del carro de
Ares.
Su cometido era el de vengar y castigar los crímenes e injusticias cometidos por los mortales, como aquellos que ofendían a los dioses o rompían juramentes sagrados, pero mostraban especial inquina contra los asesinos, sobre todo los parricidas. Debido a esto, estaban relacionadas, si no eran directamente otros aspectos de las propias Erinias, con otros démones vengadores femeninos como
Pena (
griego: Ποινη, Venganza), las
Arai (
griego: Αραι; Maldiciones), las Praxídiceas (
griego: Πραξιδικαι; Ejecutoras de leyes) o las
Manías (
griego: Μανιαι; Locura).
Eran tan temidas en la antigüedad que la gente procuraba no llamarlas por su nombre, así que, en un intento de no ofenderlas ni llamar su atención, se referían a ellas con las antífresis de Euménides (
griego: Εύμενίδες; Benévolas) o Venerables diosas (
griego: σεμναί θεαί;
semnai theai).
Los dioses podían solicitar sus servicios para atormentar a los mortales, tal y como hizo
Hera en varias ocasiones según cuentan diversos autores.
Ino y
Atamante se encargaron de cuidar de su sobrino, el joven
Dioniso, hijo ilegítimo de
Zeus con la mortal
Sémele, por lo que
Hera, ofendida por las aventuras de su esposo, bajó al
inframundo para suplicarle a las hermanas que castigaran a la pareja que se vanagloriaba de haber criado al dios. Tisífone aceptó su petición y se encargó personalmente de hacerles enloquecer.
Atamante, fuera de sí, confundió a su mujer e hijos con una leona con sus cachorros; creyendo que estaba en una cacería, agarró a su hijo
Learco y lo mató estampándolo contra una roca.
Ino, aterrorizada y enloquecida como su marido, huyó de él con
Melicertes en brazos, el hijo que le quedaba, y se arrojó por un acantilado hacia el mar.
Pese a que el resto de dioses podían realizarles peticiones, una vez las Erinias elegían una víctima, poco podían hacer para detenerlas. Esto fue lo que le ocurrió a
Orestes, el cual, guiado por las palabras que le dirigió
Apolo en el
oráculo de Delfos, mató a
Clitemnestra, su madre, por haber orquestado el asesinato de su padre
Agamenon. Ante este matricidio, las Erinias le volvieron loco y le acosaron día y noche hasta que llegó a
Atenas. Allí se celebró un juicio en el
Areópago donde se expuso su caso; como los votos salieron empatados, se le declaró inocente y quedó absuelto de su castigo. Algo similar le ocurrió a
Alcmeón, que cuando averiguó que su
madre había aceptado sobornos para incitar a su
padre a ir a una batalla de la que sabía que no volvería con vida, siguió los mandatos de
Apolo y la mató. Las Erinias lo enloquecieron por este crimen hasta que llegó a
Psófide y fue purificado por
Fegeo.
Las Erinias también podían actuar de manera indirecta contra los transgresores de la ley e infligir el castigo contra sus tierras y habitantes. Tal fue el caso de
Edipo, que mató a
Layo, su verdadero padre, y acabó casandose con su madre
Yocasta sin saberlo porque fue abandonado por ellos cuando era un bebé. De esta manera se convirtió en rey de
Tebas, pero durante su reinado hubo una gran escasez de alimentos. Para averiguar cómo librarse de la hambruna que estaban sufriendo, le consultaron al adivino
Tiresias y éste, según la
obra de Séneca, consultó a las ánimas del Hades; ante él se presentó el espectro de
Layo y le aseguró que perseguiría a su hijo y sus tierras junto a las Erinias por los crímenes que cometió hasta que no fuera debidamente castigado. Cuando
Edipo supo la verdad, se cegó a sí mismo clavándose unos broches en los ojos y dejó
Tebas con su hija
Antígona sirviéndole como guía.
. Gredos, Madrid (1985).
. Gredos, Madrid (1982).
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