Nue

Un nue (鵺) es una criatura mitológica encontrada en el folclore japonés, un yokai o mononoke. Tiene la cabeza de un mono, el cuerpo de un tanuki o tejón, las patas de un tigre y una serpiente como cola. El nue también podía adoptar la forma de una nube negra para volar y se dice que producía un terrible sonido, similar al llanto de un pájaro, en concreto, un tordo. Debido a su apariencia se le suele nombrar como la quimera japonesa.

Los nue son portadores de mala suerte y de enfermedades. Según las historias del Heike Monogatari el emperador de Japón enfermó cuando un nue se posó encima de su palacio en el verano de 1153.

El emperador Konoe comenzó a tener pesadillas terribles cada noche, al punto de enfermar, y la fuente de dichos males parecía ser una nube oscura que aparecía en la azotea del palacio cada noche. El problema fue solucionado por Minamoto no Yorimasa, que una noche salió al tejado de palacio y disparó una flecha contra la nube, de la cual cayó un nue muerto. Yorimasa entonces arrojó el cuerpo al mar de Japón. Según una continuación de la historia, el cadáver del nue flotaba a la deriva en una bahía y los locales, temiendo una maldición, lo enterraron. Aún se puede ver el lugar en el que fue enterrado el nue.

Esquilax

Salido de las penumbras de la historia: ¡el legendario Esquilax! ¡Un caballo con cabeza de conejo y cuerpo... de conejo!

Argos

En la mitología griega, Argos Panoptes (griego: Άργος Πανοπτης; Argos, el que todo lo ve) era un gigante de cien ojos que vivió en la región de Argólida, en el Peloponeso.

Su ascendencia varía según la versión y a su padre se le llama Agénor, Arestor, Ínaco o Argos, mientras que otras versiones dicen que es hijo de Gea en solitario. Su epíteto, Panoptes, se debe a los cien ojos que recubrían su cuerpo, algunos de los cuales permanecían siempre abiertos cuando dormía, lo que le hacía un excelente guardián. Además de sus cien ojos, Argos poseía fuerza sobrehumana, y fue el asesino de varios monstruos, como un toro que asolaba Arcadia, con cuya piel se vistió, y un sátiro que dañaba a los arcadios y robaba sus ganados. También mató a Equidna mientras dormía y vengó la muerte de Apis acabando con la vida de sus asesinos.

Cuando Zeus cortejaba a la joven Ío, su mujer Hera apareció y se vio obligado a transformar rápidamente a su amante en una ternera blanca para esconderla. Hera, que no cayó en el engaño, demandó que le entregara la ternera como regalo y puso a Argos como su guardián. Zeus envió a Hermes para rescatar a su amante a escondidas. Algunas versiones del mito dicen que para lograr su misión mató a Argos aplastándolo con una roca, mientras que otras decían que lo durmió con el dulce sonido de su flauta y le cortó la cabeza. A partir de este hecho se conoce a Hermes como Argifonte o Argicida (griego: Ἀργειφόντης; asesino de Argos). Como recompensa por sus servicios, Hera colocó los cien ojos de Argos en la cola de su animal sagrado, el pavo real.

Juno descubriendo a Júpiter con Ío - Pieter Lastman
Apolodoro recogió este mito en su Biblioteca Mitológica:
«De Argos e Ismene, hija de Asopo, nació un hijo, Yaso, del que a su vez dicen que nació Io. Sin embargo, el cronista Cástor y muchos de los trágicos dicen que Ío es hija de Ínaco. En cambio Hesíodo y Acusilao dicen que lo es de Pirén. A esta, que era sacerdotisa de Hera, la sedujo Zeus, pero descubierto por Hera, tocó a la muchacha y la transformó en una vaca blanca, rechazando bajo juramento el haber tenido relaciones con ella. Por ello Hesíodo dice que los juramentos por amor no provocan la cólera de los dioses. Pero Hera pidió para sí a Zeus la vaca y le puso a Argos, "El que todo lo ve", como guardián, del que Ferecides dice que era hijo de Arestor y en cambio Asclepíades (de Tragilo) que era hijo de Ínaco, en tanto que Cercope dice que lo era de Argos e Ismene, la hija de Asopo. Sin embargo Acusilao afirma que fue hijo de la tierra. Pues bien, Argo ató a Ío a un olivo que había en un bosque de los micenos; pero Zeus ordenó a Hermes que robara la vaca y como Hiérax lo reveló, no pudo ocultarlo y entonces Hermes mató a Argos de una pedrada, por lo que fue llamado Argifonte. Por ello Hera soltó un tábano a la vaca, que primero la hizo ir al golfo Jónico, llamado así por ella, y después pasando a través de Iliria y franqueando el monte Hemo cruzo el entonces llamado Estrecho Tracio y ahora Bósforo por su causa».
En esta versión del mito, un hombre llamado Hiérax delató las intenciones de Hermes y éste se vio obligado a matar al gigante. Como castigo por su osadía, Hermes convirtió a Hiérax en un halcón (griego: Ἱέραξ).

Luego Ovidio, en su Metamorfosis, relató el mismo mito, describiendo el sufrimiento de Ío transformada en vaca y alejada de su familia. En su obra, Hermes se disfraza de pastor para engañar a Argos, durmiéndolo con su flauta y cortándole la cabeza:
«De cien luces ceñida su cabeza Argos tenía, de donde por sus turnos tomaban, de dos en dos, descanso, los demás vigilaban y en posta se mantenían. Como quiera que se apostara miraba hacia Ío: ante sus ojos a Ío, aun vuelto de espaldas, tenía […] Tampoco de los altísimos el regidor los males tan grandes de la Forónide más tiempo soportar puede y a su hijo llama, al que la lúcida Pléyade de su vientre había parido, y que a la muerte dé, le impera, a Argos. Pequeña la demora es la de las alas para sus pies, y la vara somnífera para su potente mano tomar, y el cobertor para sus cabellos. Ello cuando dispuso, de Júpiter el nacido desde el paterno recinto salta a las tierras. Allí, tanto su cobertor se quitó como depuso sus alas, de modo que sólo la vara retuvo: con ella lleva, como un pastor, por desviados campos unas cabritas que mientras venía había reunido, y con unas ensambladas avenas canta. Por esa voz nueva, y cautivado el guardián de Juno por su arte: “Mas tú, quien quiera que eres, podrías conmigo sentarte en esta roca”, Argos dice, “pues tampoco para el rebaño más fecunda en ningún lugar hierba hay, y apta ves para los pastores esta sombra.” Se sienta el Atlantíada, y al que se marchaba, de muchas cosas hablando detuvo con su discurso, al día, y cantando con sus unidas cañas vencer sus vigilantes luces intenta. Él, aun así, pugna por vencer sobre los blandos sueños y aunque el sopor en parte de sus ojos se ha alojado, en parte, aun así, vigila; pregunta también, pues descubierta la flauta hacía poco había sido, en razón de qué fue descubierta […] Tales cosas cuando iba a decir ve el Cilenio que todos los ojos se habían postrado, y cubiertas sus luces por el sueño. Apaga al instante su voz y afirma su sopor, sus lánguidas luces acariciando con la ungüentada vara. Y, sin demora, con su falcada espada mientras cabeceaba le hiere por donde al cuello es confín la cabeza, y de su roca, cruento, abajo lo lanza, y mancha con su sangre la acantilada peña. Argos, yaces, y la que para tantas luces luz tenías extinguido se ha, y cien ojos una noche ocupa sola. Los recoge, y del ave suya la Saturnia en sus plumas los coloca, y de gemas consteladas su cola llena».
Sandara

Gnomo de Gerona

El llamado Gnomo de Gerona es el nombre dado al cuerpo de un animal o un feto animal (normal o deforme) encontrado cerca de Gerona, Cataluña (España) en septiembre de 1989 y que en su momento despertó el interés de los medios de comunicación españoles hacia la criptozoología, dedicándosele incluso programas televisivos, como la serie En los límites de la realidad, presentado por Andrés Aberasturi y Otra Dimensión.


El cuerpo presentaba teóricamente un color azulado en la piel, carente de pelo, con algunas pequeñas manchas distribuidas principalmente por el cuello y la cara. Su longitud sería aproximadamente de doce centímetros. Presentaba una protuberancia en la zona de la frente, orejas largas, ojos de color rojizo y un hocico similar al de los roedores. En sus extremidades los dedos o garras estaban unidos por membranas.

Según la versión inicialmente difundida, el ser habría sido capturado por unos excursionistas a once kilómetros de Gerona, en la ruta que va de Bañolas a Olot, quienes según esta primera recreación de los hechos, se encontraban en un bosque cuando vieron al ser, que trató de huir velozmente hasta que le cazaron. Entre las afirmaciones de esta primera versión se encontraría la de que emitía "una especie de chillido que recordaba la carcajada de un anciano".

Siguiendo este relato, el ser permaneció vivo durante veinticuatro horas (otras versiones dicen que durante cuatro días) tras su captura. Posteriormente habría sido entregado todavía vivo al parapsicólogo español Ángel Gordon quien tras la muerte del animal lo conservó en un frasco con formol.

A partir del examen de una serie de fotografías del cuerpo conservado, el patólogo estadounidense John Altshuler y el doctor español Luis Linares de Mula descartaron que se tratara del feto normal de un animal. Este último afirmaba como posibilidades:
“Por un lado que sea un ser monstruoso, es decir, un caso teratológico (un animal deforme) en que se desarrollan los tejidos, los órganos, los miembros, etcétera de forma anormal. También puede deberse al hallazgo de un ser primitivo que se hubiera conservado en una zona lo suficientemente fría, en la nieve o un glaciar, para que pervivieran los tejidos, la carne, las vísceras además de los huesos. En este caso se trataría de un animal desconocido para la ciencia actual”
Por su parte el investigador Pedro Palao y biólogos del Zoo de Barcelona afirmaron que podría ser el feto de un rumiante, probablemente un ternero de tres meses de gestación, lo que apuntaba a un posible engaño.

Posteriormente el investigador Francisco Contreras descubrió que Mario Añaños y Juan Pujals, los cazadores del gnomo en la primera versión del relato, nunca existieron, sino que el animal fue encontrado muerto por un vecino de Gerona, Manuel Tello, quien lo metió en un bote y le hizo unas fotografías. Así pues, toda la historia inicialmente difundida por los medios de comunicación quedó contrastada como un montaje de autoría no muy clara. 

Necronocimon

Dragón de la Cólquida

El dragón de la Cólquida (griego: Δρακων Κολχικος), también conocido como el dragón insomne, era una gigantesca serpiente que vigilaba el vellocino de oro en un bosque consagrado al dios Ares en Cólquide. Apolonio de Rodas lo hace hijo de Gea en sus Argonáuticas, la cual lo alumbró en la ladera del Cáucaso donde cayó la sangre de Tifón en su lucha contra Zeus, siendo inmortal e insomne. Por su parte, Higino dijo que era hijo de Tifón y Equidna en sus Fábulas.

En la Biblioteca mitológica de Apolodoro se cuenta que un oráculo le profetizó al rey Pelias que tuviera cuidado con un hombre de una sola sandalia cuando le consultó sobre el futuro de su reino. Al principio no entendió la profecía, pero cuando procedió a ofrecer un sacrificio a Poseidón junto al mar, Jasón llegó apresurado al acontecimiento y en el trayecto perdió una de sus sandalias. Pelias entonces decidió deshacerse de Jasón y lo envió en busca del vellocino de oro. La preciada piel estaba colgada en una encina, y a su alrededor se encontraba enroscado este dragón que nunca descansaba.

Jasón reunió a un grupo de destacados héroes siguiendo el consejo de un oráculo y, tras muchas aventuras, llegaron a Cólquide. Allí les recibió el rey Eetes, que les dejaría coger el vellocino de oro si Jasón era capaz de uncir unos fieros toros de pezuñas broncíneas que le regaló Hefesto y utilizarlos para sembrar dientes del dragón que mató Cadmo y que le entregó Atenea. Durante estas tareas, Medea, hechicera e hija de Eetes, se enamoró de Jasón y le proporcionó su ayuda al héroe si a cambio prometía casarse con ella.

Aunque superó la prueba impuesta por Eetes, éste no pensaba entregarle el vellocino de oro y planeaba quemar su nave y matarle a él y a sus compañeros. Medea se adelantó a los planes de su padre y llevó a Jasón ante el dragón en plena noche, al que durmió con una droga y pudieron coger el vellocino sin peligro.

En unos versos de las Odas Píticas de Píndaro, el poeta nos dice que este dragón superaba en grosor y largura una nave de cincuenta remeros, tenía los ojos verdes y el lomo moteado. Ovidio añade en sus Metamorfosis que este dragón era crestado y tenía lengua triple, además de que contaba con dientes terribles. En esta versión, fue Jasón el que le dio el bebedizo narcótico al dragón y no Medea en persona.

Ilustración de Henry Matthew Brock para The Heroes, or Greek Fairy Tales, de Charles Kingsley.

Cerda de Cromión

En la mitología griega, la Cerda de Cromión (tambien llamada Fea, Phaea o Phaia debido a la mujer a la que pertenecia) fue una cerda monstruosa hija de Tifón y Equidna que fue el terror de la zona de Cromión entre Megara y Corinto antes de ser derrotada por Teseo.

Según la Biblioteca mitológica, la criatura era hija de Equidna y Tifón, y fue llamada Fea debido a la anciana a la que pertenecía. Según Estrabón, la cerda era la madre del Jabalí de Calidón; según Higinio, la cerda que mató Teseo era una jabalina.

Ethon

En la mitología griega, el Águila del Cáucaso, Ethon o el Águila de Prometeo fue un águila gigante nacida de los monstruos Tifón y Equidna.

Como castigo por robar el fuego del Monte Olimpo, Zeus encadenó a Prometeo a una columna de las montañas del Cáucaso, y Ethon le iba comiendo el hígado durante todo el día, pero durante la noche le volvía a crecer. Este ciclo duró 30.000 años hasta que Heracles mató al águila y liberó a Prometeo de su tormento en su camino hacia el jardín de las Hespérides.

León de Nemea

En la mitología griega, el león de Nemea (griego: Λέων της Νεμέας) era un despiadado monstruo que vivía en Nemea y que halló la muerte a manos de Heracles. Hesíodo lo nombró en su Teogonía, no dejando claro si era hijo de Orto y Quimera o fruto de la unión de Orto con Equidna. Apolodoro, en cambio, menciona en la Biblioteca Mitológica que era prole de Tifón, sin mencionar a la madre, por lo que se podría sobreentender que se trataba de Equidna.
«Ésta (Quimera o Equidna), amancebada con Orto, parió a la funesta Esfinge, ruina para los cadmeos, y al león de Nemea, al que Hera, célebre esposa de Zeus, crió y puso en los montes de Nemea, calamidad para los hombres. Allí devastaba las tribus de hombres que habitaban el lugar y era dueño de Treto, Nemea y Apesante. Pero lo mató el vigor del fornido Heracles.
Teogonía, Hesíodo.
Por el contrario, en De los animales de Claudio Eliano y en las Fábulas de Higinio se dice que el León de Nemea era hijo de Selene, la Luna.
«Y dicen, además, que el león de Nemea cayó de la luna. En efecto, también Epiménides dice: "...porque también yo provengo de la luna de hermosas trenzas, la cual en medio de terribles conmociones se liberó del fiero león de Nemea y le trajo por orden de la augusta Hera"».
El primero de los doce trabajos que Euristeo le impuso a Heracles fue el de matar al león de Nemea y llevarle su piel. Este animal había estado aterrorizando los alrededores de Nemea, y tenía una piel tan gruesa que resultaba impenetrable a las armas. Cuando Heracles se dirigía a cazar al león se hospedó en la casa del pastor Molorco. Cuando Morloco se disponía a hacer un sacrificio, Heracles se lo impidió, diciéndole que esperase treinta días, y si regresaba con vida tras enfrentarse al león, debería ofrecerle el sacrificio a Zeus Salvador, y si no volvía debería ofrecérselo a él como héroe. Apolodoro sigue narrando la cacería del león en su Biblioteca Mitológica:
«Llegó pues a Nemea y buscó al león; hallado, primero lo asaetó. Pero cuando comprendió que era invulnerable, empezó a perseguirlo maza en alto; al meterse en una caverna de doble boca, Heracles taponó una de las entradas y se metió él por la otra a por la fiera, a la que rodeándole el cuello con una mano atrapó y apretó hasta estrangularla; se la echó a los hombros y la llevó a Cleonas. Sorprendió a Molorco en el último día a punto de sacrificarle una víctima como si hubiera muerto; así, sacrificó a Zeus Salvador y llevó el león a Micenas. Euristeo, atónito por su valor, le prohibió que en adelante entrase en la ciudad y le ordenó exponer ante las puertas sus trabajos. Dicen que por miedo se había preparado una tinaja de bronce escondida bajo tierra y que enviando un mensajero, Copreo, hijo de Pélope el eleo, le ordenó los trabajos».
Diodoro Sículo añadió que el león pasaba la mayor parte del tiempo entre Micenas y Nemea, en los alrededores de un monte que recibía el nombre de Treto («Perforado»). Todos los autores coinciden en que el héroe se vistió con la piel impenetrable del león, pero el único que describe cómo consiguió desollarlo fue Teócrito, ya que ni los cuchillos de piedra o de hierro conseguían atravesarla. En el Idilio XXV cita que a Heracles, por inspiración divina, se le ocurrió emplear las propias garras del animal para dicha acción, consiguiendo así su característico atuendo y un manto que le sirvió como armadura mientras empleaba la cabeza como yelmo. En la Astronomía de Higinio, fuera del mito, el autor comenta que el león está entre las estrellas (constelación de Leo) porque es el rey de la bestias, además de honrar la hazaña de Heracles por derrotar al león de Nemea totalmente desarmado.

Heracles y el león de Nemea - Peter Paul Rubens
Tan identificado estaba Heracles con la piel del león que se llegó a dar una cómica situación durante el año que sirvió como esclavo a Ónfale, pues, aunque no ha llegado hasta nuestros tiempos ninguna fuente escrita, sí tenemos imágenes de estos dos personajes intercambiando roles, mostrando a Heracles con finos vestidos y siendo acicalados por sirvientas, y a Ónfale llevando la maza, el arco y la piel de león. Ovidio, en el libro II de su Fastos narra una historia relacionada con este hecho:
«Casualmente iba el joven tirintio (Heracles) de acompañante de su dueña; Pan vio a ambos desde un elevado otero. Los vio y se llenó de fuego, diciendo: "Deidades del monte, nada tengo yo con vosotras; ésta será mi pasión". Iba la meónide (Ónfale) con el pelo perfumado echado sobre los hombros y digna de admirar por su áureo seno. Una sombrilla áurea alejaba los cálidos rayos del sol, si bien eran las manos de Heracles las que la llevaban [...] Y mientras los sirvientes preparaban la comida y vino para beber, ella equipa al Alcida con su propio atuendo. Le da una túnica transparente teñida de múrice getulo (púrpura de los getulos, pueblo africano); le da un cinturón torneado con el que antes se sujetaba. El cinturón era pequeño para su vientre; aflojó los lazos de la túnica para poder sacar sus grandes manos. Había roto unos brazaletes que no estaban hechos para aquellas manos; sus grandes pies reventaban las pequeñas correas. Ella misma tomó la pesada clava y la piel de león y las armas menores guardadas en su aljaba. Así, terminada la comida, dan con su cuerpo en el sueño, acostándose separados, pero cerca, en los lechos extendidos. La causa era que preparaban la ceremonia del descubrimiento de la vid, la cual querían hacer con pureza cuando el día fuese venido. Era media noche. ¿A qué no se atreve el amor desenfrenado? Pan llegó en la oscuridad a la cueva rezumante y, al ver a los acompañantes sumidos en el sueño y en el vino, concibió la esperanza de que el mismo sopor embargase a los señores. [...] Había llegado ya tanteando a la cámara donde estaba extendido el lecho y se las prometía felices a la primera oportunidad. Cuando tocó la piel hirsuta de las cerdas del pardo león, sintió temor y detuvo la mano y se volvió, atónito de miedo, como el caminante da macha a trás muchas veces azorado al ver una culebra. A continuación tocó las tiernas mantas de la cama próxima y una característica falaz le engañó. Se subió y se recostó en la parte más cercana de la cama a él, y su miembro hinchado estaba más duro que un cuerno. Mientras tanto, arremangó la túnica, tirando de la parte más baja: unas piernas ásperas estaban erizadas de pelos espesos. Al ir a probar el resto, de repente, el héroe tirintio lo empujó para atrás. El otro cayó de lo alto de la cama. Se formó un griterío. La meónide llamó a sus acompañantes pidiendoles luz. Cuando trajeron la luz se descubrió lo que había pasado. El dios se lamentaba por haber caído pesadamente de lo alto de la cama, y aduras penas consiguio levantar el cuerpo de la dura tierra. El Alcida y los que lo vieron tirado se echaron a reír. La muchacha lidia se echó a reír de su amante».
Heracles y Ónfale - Gustave Boulanger

Ladón

Ladón (griego: Λαδων), también conocido como el dragón de las Hespérides, era un dragón de la mitología griega que tenía cien cabezas, de las cuales cada una emitía diferentes voces y sonidos. En la Teogonía de Hesíodo era hijo de Forcis y Ceto, mientras que en la Biblioteca mitológica de Apolodoro lo era de Tifón y Equidna.

Gea le entregó a Hera como regalo de bodas un árbol que daba manzanas doradas y lo plantó en su jardín allá en el Atlas, donde lo cuidaban las ninfas Hespérides y lo guardaba Ladón. En su undécimo trabajo, Heracles tuvo que coger algunos de estos frutos dorados para llevárselos a Euristeo. Apolodoro resume el viaje del héroe en su búsqueda del jardín y da dos versiones de este mito. En la primera dice que, por consejo de Prometeo, al que había liberado de su castigo, le pidió al dios titán Atlas que cogiera las manzanas por él. Atlas fue condenado a sostener la bóveda celeste por liderar a los titanes en su lucha contra los dioses olímpicos, por lo que Heracles tuvo que sustituirlo mientras éste cogía las manzanas. Atlas intentó aprovechar este cambio para librarse de su castigo y le dijo al semidios que él mismo le llevaría las manzanas a Euristeo, pero gracias a su astucia, Heracles fingió estar de acuerdo con él, pero le pidió que volviera a sujetar el cielo antes de marcharse para colocarse una almohada en los hombros. Cuando Atlas regresó a su puesto inicial, Heracles aprovechó el engaño, cogió las manzanas que había recogido el titán, y se marchó.

La otra versión dice que Heracles mató a Ladón con sus flechas. En las Argonáuticas de Apolonio de Rodas, los argonautas se toparon con las Hespérides cuando buscaban una fuente para aplacar su sed. Al llegar ante las ninfas, éstas estaban lamentando la pérdida del dragón tras la marcha de Heracles y ayudaron a los héroes después de oír el canto de Orfeo.
«Entonces, semejantes a perros rabiosos, se apresuraban a buscar una fuente. Pues la sed abrasadora los agobiaba en su penalidad y sus dolores. Y no erraron en sus andanzas. Llegaron a un lugar sagrado en que Ladón, el infernal dragón, todavía la víspera guardaba las doradas manzanas en la región de Atlante; y en derredor las ninfas Hespérides se afanaban con amables cánticos. Pero ya entonces aquél, destrozado por Heracles, estaba echado contra el tronco de un manzano. Sólo el extremo de su cola se movía aún, pero desde la cabeza hasta el final de su negro espinazo yacía inerte. Y al haber dejado las flechas en su sangre el amargo veneno de la hidra de Lema, las moscas se secaban sobre sus pútridas heridas. Cerca las Hespérides, con sus cándidas manos sobre sus cabezas rubias, lanzaban agudos gemidos, Ellos se aproximaron juntos de repente; y aquéllas, ante su presurosa llegada, al punto se tornaron polvo y tierra allí mismo. Orfeo advirtió el divino prodigio y para ellos las aplacaba con súplicas».
El dragón de las Hespérides y el manzano dorado - Arthur Rackham

Hidra de Lerna

En la mitología griega, la Hidra de Lerna (griego antiguo: Λερναία Ὕδρα; serpiente acuática de Lerna) era un antiguo y despiadado monstruo acuático con forma de serpiente policéfala cuya cabeza central era inmortal. Heracles la mató en el segundo de sus doce trabajos. La Hidra poseía la virtud de regenerar dos cabezas por cada una que perdía o le era amputada, y su guarida era el lago de Lerna, en el golfo de la Argólida (cerca de Nauplia), si bien los arqueólogos han confirmado que este lugar sagrado es anterior incluso a la ciudad micénica de Argos, pues Lerna fue el lugar del mito de la Danaides. Bajo sus aguas había una entrada al Inframundo que la Hidra guardaba.

La Hidra era hija de Tifón y Equidna y fue criada por Hera bajo un plátano (según Pausanias) cerca de la fuente Amimone en Lerna:
«Y fue retenida en el país de los Árimos, bajo la tierra, la funesta Equidna ninfa inmortal y exenta de vejez, por todos los siglos. Con ella cuentan que el terrible, violento y malvado Tifón tuvo contacto amoroso, con la joven de vivos ojos. Y preñada, dio a luz a feroces hijos [...] En tercer lugar engendró a la perversa Hidra de Lerna, a la que alimentó Hera, diosa de blancos brazos, irritada terriblemente con el fornido Heracles. La aniquiló el hijo de Zeus con su implacable bronce, el Anfi triénida Heracles, con ayuda del belicoso Yolao, seg un los planes de Atenea amiga de botín».
En la Biblioteca Mitológica, Apolodoro describió el aspecto de la hidra y su enfrentamiento con Heracles:
«Como segundo trabajo (Euristeo) le ordenó matar a la Hidra de Lerna. Ésta, criada en el pantano de Lerna, salía al llano y asolaba los rebaños y la comarca. Tenía la hidra un cuerpo enorme con nueve cabezas, ocho mortales y la del medio inmortal. Heracles subió al carro, guiado por Yolao, y se presentó en Lerna; detuvo los caballos y encontró a la hidra en una colina junto a las fuentes de Amimone, en donde se hallaba su madriguera, y la obligó a salir lanzándole flechas incendiadas, y al hacerlo la agarró fuertemente y la sometió. Pero ella se enrolló en uno de sus pies y se aferró a él. Nada podía conseguir golpeando las cabezas con la maza, pues de cada cabeza golpeada crecían de nuevo otras dos. Entonces vino en socorro de la hidra un cangrejo enorme (Carcinos) que le mordió un pie, pero Heracles lo mató y llamó en auxilio a Yolao, que incendiando parte de un bosque cercano abrasó con tizones las cabezas que brotaban, impediéndolas salir. De esta manera quedó vencedor de las cabezas que renacían, y luego de cortarla que era inmortal, la enterró y puso encima una pesada piedra junto al camino que lleva a través de Lerna hacia Eleunte. Además abrió el cuerpo de la hidra y bañó las flechas en la bilis. Sin embargo Euristeo le dijo que este trabajo no cabía contarlo entre los diez, porque no se había impuesto a la hidra solo sino con ayuda de Yolao».
Estas famosas flechas impregnadas con la sangre o bilis de la hidra aparecen en más de una de las aventuras de Heracles, siendo éstas las que acabaron por error con la vida del centauro Folo, amigo del héroe, de Neso, el centauro que intentó violar a Deyanira, y que hirieron al inmortal Quirón, produciéndole un horrible dolor crónico hasta que entregó su vida e inmortalidad para liberar al titán Prometeo.

Higinio decía que Atenea guió y aconsejó a Heracles durante su tarea de matar a la hidra, mencionando también que esta criatura poseía un aliento mortal:
«Mató a la Hidra de Lerna, hija de Tifón, con sus nueve cabezas, junto a la fuente de Lerna. Ésta tenía un veneno tan letal que era capaz de matar a los hombres con su hálito y, si alguien pasaba junto a ella mientras dormía, inhalaba su rastro, y moría con el mayor tormento. La mató gracias a las indicaciones de Minerva, la destripó e impregnó sus flechas en la hiel de la Hidra. Así pues, nada que en lo sucesivo fuera tocado con sus flechas, podía esquivar la muerte».
Fabulas, Higinio.
Tras su lucha con Heracles, como recompensa por sus servicios, Hera puso la imagen de la hidra y de Carcinos entre las estrellas como las constelaciones de Hidra y CáncerPtolomeo Queno, en su Historia Nueva, añadió un detalle al aspecto de la hidra, asegurando que la cabeza central era de oro.

El segundo trabajo de Heracles: matar a la Hidra de Lerna - Cornelis Cort

Esfinge

La Esfinge (griego: Σφινξ; Estranguladora) era un monstruo alado de la mitología griega que tenía cabeza de mujer y cuerpo de león. En la Tebaida, Estacio describe poéticamente a la Esfinge diciendo que su rostro era horrible y pálido, que tenía los ojos encendidos como brasas, la boca llena de veneno y las alas humedecidas de sangre.

Plinio el Viejo menciona en el libro VIII de su Historia Natural que, a parte de la criatura del mito, existen en Etiopía esfinges de pelo oscuro y con dos mamas en el pecho, refiriéndose posiblemente al avistamiento de chimpancés en África.

Según la Teogonía de Hesíodo, era hija de Ortro y Quimera, y por lo tanto, hermana del león de Nemea; en cambio, Apolodoro la hacía hija de Tifón y Equidna en su Biblioteca mitológica.
«Ésta (Quimera), amancebada con Orto, parió a la funesta Esfinge, ruina para los cadmeos, y al león de Nemea, al que Hera, célebre esposa de Zeus, crió y puso en los montes de Nemea, calamidad para los hombres».
En uno de los escolios de la Biblioteca mitológica se dice que el rey Layo secuestró al joven Crisipo  para tenerlo como amante y se lo llevó hasta Tebas. Como no fue castigado por los tebanos, Hera les envió a la Esfinge. A pesar de esto, en la misma obra se lee más adelante que la Esfinge llegó durante el reinado de Creonte, sucesor de Layo.

Edipo y la Esfinge - François-Émile Ehrmann
Siguiendo con lo escrito en la Biblioteca mitológica, Layo acabó siendo el padre de Edipo, el héroe que derrotó a la Esfinge, junto a Yocasta, pese a que un oráculo le dijo que el próximo hijo que tuviera sería parricida y acabaría con su vida. Edipo fue abandonado en el campo con la esperanza de que muriera a la intemperie, pero fue recogido por unos campesinos que lo llevaron ante Pólibo, rey de Corintio, el cual lo crío como si fuese suyo con su mujer Peribea.

Al crecer Edipo, le llegaron rumores de que no era el auténtico hijo de Pólibo y Peribea, por lo que fue a Delfos a preguntar por sus verdaderos padres. El oráculo le dijo que no regresara a su patria, pues de lo contrario acabaría matando a su padre y yacería con su madre. Al oír esto Edipo, creyendo ser hijo de quienes se decían sus padres, se alejó de Corinto. Cuando atravesaba Fócide con su carro, en un camino estrecho se encontró con Layo, su verdadero padre, que iba también en un carro. Al obstruir ambos el camino, comenzaron a discutir y Edipo acabó matando a Layo, prosiguiendo su camino hacia Tebas. Creonte ocupó su trono y durante su reinado fue cuando Hera envió a la Esfinge.

Ésta había aprendido de las Musas un enigma, y situada en el monte Ficio se lo planteaba a los tebanos. Según el libro IX de la Descripción de Grecia de Pausanias, esta criatura cantaba su enigma, y en Edipo Rey, obra de Sófocles, se le llama «cruel cantora». Su acertijo era éste: «¿qué ser provisto de voz es de cuatro patas, de dos y de tres?». Según un oráculo, los tebanos se librarían de la Esfinge cuando lo resolvieran; por ello a menudo se reunían tratando de hallar la respuesta, y como no la encontraban, la Esfinge los devoraba.

Hemón, el hijo de Creonte, fue el último en morir por culpa de la Esfinge. Fue entonces cuando el rey pregonó que otorgaría el reino y la esposa de Layo a quien descifrase el enigma. Edipo encontró la solución y dijo que éste se refería al hombre, que de niño es cuadrúpedo, pues anda a gatas, en la madurez bípedo y en la vejez usa como tercer sostén el bastón. Entonces la Esfinge se arrojó desde la acrópolis y Edipo obtuvo el reino, casándose con su madre sin reconocerla.

Edipo y la Esfinge - Logan Marshall

Ortro

En la mitología griega, el perro Ortro, u Ortos, (griego: Κυων Ορθρος/Ορθος; perro del amanecer) era un perro de dos cabezas, hijo de Equidna y Tifón, y hermano de Cerbero. Según Hesíodo, Ortro fue el padre de la Esfinge y del León de Nemea al aparearse con Quimera, su hermana:
«Y fue retenida en el país de los Árimos, bajo la tierra, la funesta Equidna ninfa inmortal y exenta de vejez, por todos los siglos. Con ella cuentan que el terrible, violento y malvado Tifón tuvo contacto amoroso, con la joven de vivos ojos. Y preñada, dio a luz a feroces hijos: primero parió al perro Orto para Gerión [...] Ésta, amancebada con Orto, parió a la funesta Esfinge, ruina para los cadmeos, y al león de Nemea, al que Hera, célebre esposa de Zeus, crió y puso en los montes de Nemea, calamidad para los hombres».
Era el perro guardián de Gerión, y es conocido por su aparición en uno de los doce trabajos de Heracles. El décimo trabajo que Euristeo le encargó a Heracles fue que le llevase el ganado de Gerión sin pedirlo ni comprarlo. Cuando llegó a la isla Eritia, Heracles acampó en el monte Abante, pero Ortro le olió y fue a perseguirlo. Fue entonces cuando el héroe mató con su clava al can monstruoso y al pastor Euritión, que acudió en ayuda del perro.

Según Quinto de Esmirna, Ortro aparecía representado junto con Euritión y Gerión en el escudo de Eurípilo, nieto de Heracles.

Doublebag

Quimera

Quimera (griego: Χίμαιρα; chivo/cabrita) era un monstruo de la mitología griega que escupía fuego y contaba con tres cabezas: una de león al frente, una de cabra brotando de su lomo y una serpiente o dragón por cola. Hija de Tifón y Equidna, vagaba por las regiones de Licia, en Asia Menor, atemorizando a las gentes y devorando su ganado. Por lo general, se le considera una criatura femenina a pesar de la melena de su cabeza, una característica típica de los leones machos, llegando a aparecer en algunas representaciones con mamas.

Al estar formada por diferentes animales, el nombre de quimera pasó a designar a cualquier fantasía irreal, y por tanto, aspiraciones imposibles y creencias vacías. Por otro lado, en biología, se utiliza el término "quimerismo" para referirse a dos cigotos que en cierto punto de su desarrollo se unieron en uno solo y el resultado es un ser vivo con dos ADN diferentes.

Quimera en La mitología contada a los niños e historia de los grandes hombres de la Grecia, de Cecilia Böhl.
Homero dio una de las primeras descripciones de la Quimera en la Ilíada, mencionando además a su criador Amisodaro. La descripción que dio en su obra era bastante vaga y puede dar a entender que la Quimera simplemente tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente. Hesíodo, por su parte, nombra su genealogía y a Belerofonte, héroe que le dio muerte, además de dotarle esta vez con tres cabezas en su descripción:
«Era ésta de raza divina, no humana: por delante león, por detrás serpiente, y en medio cabra, y exhalaba la terrible furia de una ardiente llama. [...] Doblegados así ambos por los dos hermanos, descendieron juntos al Érebo los valerosos camaradas de Sarpedón, los lanceadores hijos de Amisodaro, que a la Quimera tormentosa había criado para desgracia de numerosos hombres».
Ilíada, canto VI (180) y canto XVI (328); Homero. 
«Ella (Equidna) parió a la terrible, enorme, ágil y violenta Quimera, que exhala indómito fuego. Tres eran sus cabezas: una de león de encendidos ojos, otra de cabra y la tercera de serpiente, de violento dragón. [León por delante, dragón por detrás y cabra en medio, resoplaba una terrible y ardiente llama de fuego]. La mataron Pegaso y el valiente Belerofonte. Ésta, amancebada con Orto, parió a la funesta Esfinge, ruina para los cadmeos, y al león de Nemea, al que Hera, célebre esposa de Zeus, crió y puso en los montes de Nemea, calamidad para los hombres».
Aunque Hesíodo relató que Quimera fue la madre de la Esfinge y del león de Nemea junto a su hermano Orto, Apolodoro hace a todos estos monstruos hermanos, hijos de Tifón y Equidna, en su Biblioteca mitológica.

Siguiendo con lo relatado por Apolodoro, Belerofonte acabó matando a Quimera por culpa de la reina Estenebea. La mujer se enamoró de él, pero como fue rechazada, le dijo a Preto, su esposo, que Belerofonte le había hecho proposiciones infames. Preto le creyó y entregó a Belerofonte una carta para Yóbates, rey de Licia y padre de Estenebea, en la que había escrito que le diese muerte. Yóbates, después de leer la carta, le ordenó matar a la Quimera, esperando que la fiera, que asolaba su región, acabase con él. Belerofonte logró acabar con ella montado en Pegaso, que elevándose por los aires, asaeteó desde allí a la Quimera. En un escolio de la Ilíada de Homero se añade que fue rematada al atravesarla con una lanza con la punta recubierta de plomo, metal que se fundió al contacto con el fuego que respiraba el monstruo.

Muchas obras, entre ellas las Etimologías de Isidoro de Sevilla, el Libro de los seres imaginarios de Jorge Luis Borges o La mitología contada para niños de Cecilia Böhl, recogen una explicación para la existencia de este animal fabuloso basándose en Quimera o Quimerífera (Chimerifera), una montaña de Licia que Plinio el Viejo nombró en el libro V de su Historia Natural. Dicha montaña estaba coronada por un volcán, en su cima vagaban leones, por la falda pastaban cabras y en su pie se criaban serpientes. Los poetas unieron estos elementos y de ahí surgió la idea de la Quimera. Plutarco añadió una teoría más en el tomo III de su Moralia: Quimera pudo ser un pirata llamado Quimarro cuya nave tenía decorada la proa con una cabeza de león y la popa con una serpiente, o bien una montaña orientada hacia el sol que producía fuertes destellos en verano, y que por su refracción se secaban los frutos de la llanura de Licia.

Concept-art de la Quimera para el videojuego Dragon's Dogma

Cerbero

Cerbero (griego: Κερβερος; Muerte/Demonio de la oscuridad), también conocido como Sabueso de Hades (griego: Κυνα του Αιδου), era un gigantesco perro, hijo de Tifón y Equidna, que guardaba las puertas del Hades, evitando que las almas de los muertos dejaran el inframundo y prohibiendo el paso a los vivos. El perro Garm cumplía funciones similares en la mitología nórdica.

Cerbero era descrito como un perro monstruoso de tres cabezas, cola de serpiente o dragón y una melena de serpientes. Algunos autores, como Hesíodo y Píndaro, aseguraban que tenía cincuenta o cien cabezas respectivamente, aunque este número podría incluir las cabezas de las serpientes de su melena:
«Y fue retenida en el país de los Árimos, bajo la tierra, la funesta Equidna ninfa inmortal y exenta de vejez, por todos los siglos. Con ella cuentan que el terrible, violento y malvado Tifón tuvo contacto amoroso, con la joven de vivos ojos. Y preñada, dio a luz a feroces hijos: primero parió al perro Ortro para Gerión. En segundo lugar tuvo un prodigioso hijo, indecible, el sanguinario Cerbero, perro de broncíneo ladrido de Hades, de cincuenta cabezas, despiadado y feroz».
El último de los doce trabajos de Heracles fue capturar a Cerbero. La Biblioteca mitológica de Apolodoro nos cuenta que primero viajó a Eleusis para ser iniciado en los misterios eleusinos y encontró la entrada al reino de Hades en Ténaro. Mientras estaba en el inframundo, Heracles se encontró con sus amigos Teseo y Pirítoo. Liberó a Teseo, pero la tierra tembló cuando intentó lo mismo con Pirítoo, por lo que tuvo que dejarlo atrás. Ambos habían sido encarcelados por Hades, quien los había sujetado mágicamente a un banco cuando intentaron llevarse a su esposa Perséfone para casarse con ella.

Para llevarse a Cerbero, Heracles simplemente le pidió permiso al dios Hades, y éste accedió con la condición de que el héroe no le hiciera daño al perro, sin emplear las flechas o el garrote. Heracles encontró al perro encadenado a las puertas del Aqueronte y lo asió por el cuello, del cual salían tres cabezas, cada una con una cabellera de serpientes de las que se protegía con la piel del león de Nemea. Heracles no dejó de apretarle el cuello a Cerbero hasta que se rindió, aunque el semidios acabó siendo mordido por una de las serpientes de su cola.

Heracles y CerberoJohann KölerHeracles y CerberoPaolo Pagani
Heracles arrastró y llevó a cuestas al monstruoso perro por una vía subterranea para salir al exterior por Trecén. Ovidio nos cuenta en el libro VII de sus Metamorfosis que Cerbero se revolvió al contemplar la luz del sol cuando emergieron a la superficie y ladró furiosamente con sus tres bocas. De la baba que salpicó brotó la planta venenosa llamada acónito. Finalmente logró llevar a Cerbero hasta Micenas, concluyendo los doce trabajos impuestos por Euristeo. Tras esto, en la Biblioteca mitológica de Apolodoro se narra que el héroe lo devolvió al inframundo.

Orfeo también se encontró con Cerbero en su viaje a los infiernos en la búsqueda de su amada Eurídice. Un día, cerca de Tempe, en el valle del río Peneo, Eurídice se encontró con Aristeo, quien trató de forzarla. En la huida pisó una serpiente y murió por su mordedura, pero Orfeo descendió valientemente al Hades esperando recuperarla y traerla de vuelta al mundo de los vivos. A su llegada no sólo encantó al barquero Caronte, a Cerbero y a los tres jueces de los Muertos con su melancólica música, sino que también ablandó el corazón de Hades y éste le permitió rescatar a Eurídice. Tan sólo puso una condición: que Orfeo no mirase atrás hasta que ella estuviera a salvo bajo la luz del sol. Eurídice siguió a Orfeo por el oscuro pasadizo guiada por los sonidos de su lira, pero cuando llegaron a donde ya había luz solar, él se volvió para comprobar si ella le seguía y entonces la perdió para siempre.

Orfeo y Eurídice (Cerbero a los pies de Perséfone) - Peter Paul Rubens
Cerbero también apareció en el mito de Eros y Psique en la obra de Apuleyo, El asno de oro, donde Psique debe cumplir con los encargos que la furiosa Afrodita le impuso si quería ver de nuevo a su amante Eros, al que había espantado por conocer su verdadera identidad. Como cuarto trabajo, Afrodita afirmó que el estrés de cuidar a su hijo, deprimido y enfermo como resultado de la traición de Psique, había provocado que perdiese parte de su belleza. Psique tenía que ir al Hades y pedir a Perséfone, la reina del inframundo, un poco de su belleza. Psique fue a una torre, decidiendo que el camino más corto sería la muerte, pero una voz la detuvo en el último momento y le indicó una ruta que le permitiría entrar y regresar con vida, además de decirle cómo sortear al perro Cerbero y otros peligros del reino de los muertos:
«Podrás llegar hasta los palacios del rey Plutón; pero no entiendas que has de llevar las manos vacías, porque te conviene llevar en cada una de las manos una torta de cebada y miel [...] Demás de esto sepas que está un poco más adelante un perro muy grande, que tiene tres cabezas, el cual es muy espantable, y ladrando con aquellas bocas abiertas espanta a los muertos, a los cuales ya ningún mal puede hacer, y siempre está velando ante la puerta del oscuro palacio de Prosepina, guardando la casa vacía de Plutón. Cuando allí llegares, con una torta que le lances lo tendrá enfrenado y podrás luego pasar fácilmente y entrarás a donde está Prosepina, la cual te recibirá benigna y alegremente y te mandará sentar y te dará muy bien de comer [...] Cuando tornares, amansarás la rabia de aquel perro con la otra torta...».
Psique  y CerberoEdmund DulacPsique  y CerberoJenny Eakin Delony
De manera similar se burla a Cerbero en la Eneida, epopeya latina de Virgilio, donde el troyano Eneas bajó al inframundo y gracias a la ayuda de la Sibila consiguió dormir al monstruo ofreciéndole tortas drogadas:
«En frente, tendido en su cueva, el enorme Cerbero atruena aquellos sitios con los ladridos de su trifauce boca. Viendo la Sibila que ya se iban erizando las culebras de su cuello, le tiró una torta amasada con miel y adormideras, la cual él, abriendo su trifauce boca con rabiosa hambre, se tragó al punto, dejándose caer enseguida y llenando con su enorme mole toda la cueva. Al verle dormido, Eneas sigue adelante y pasa rápidamente la ribera del río, que nadie cruza dos veces».
En la Divina Comedia de Dante, ya fuera de obras mitológicas, también aparece Cerbero como uno de los seres que habitan en el Infierno y que torturan a los condenados. Mora en el tercer círculo del Infierno, el de la gula, y allí destroza las almas de los muertos.
«Cerbero, fiera monstruosa y cruel, caninamente ladra con tres fauces sobre la gente que aquí es sumergida. Rojos los ojos, la barba cerdosa y negra, y ancho su vientre, y uñosas sus manos: clava a las almas, desgarra y descuartiza [...] Al advertirnos Cerbero, el gran gusano, la boca abrió y nos mostró los colmillos, no había un miembro que tuviese quieto. Extendiendo las palmas de las manos, cogió tierra mi guía y a puñadas la tiró dentro de las fauces de la fiera. Cual hace el perro que ladrando rabia, y mordiendo comida se apacigua, que ya sólo se afana en devorarla, de igual manera las bocas impuras del demonio Cerbero, que así aturde las almas, que quisieran verse sordas».
Dante y Virgilio ante Cerbero - Gustave Doré