Cerbero (griego: Κερβερος; Muerte/Demonio de la oscuridad), también conocido como Sabueso de
Hades (griego: Κυνα του Αιδου), era un gigantesco perro, hijo de
Tifón y
Equidna, que guardaba las puertas del
Hades, evitando que las almas de los muertos dejaran el inframundo y prohibiendo el paso a los vivos. El perro
Garm cumplía funciones similares en la mitología nórdica.
Cerbero era descrito como un perro monstruoso de tres cabezas, cola de serpiente o
dragón y una melena de serpientes. Algunos autores, como
Hesíodo y
Píndaro, aseguraban que tenía cincuenta o cien cabezas respectivamente, aunque este número podría incluir las cabezas de las serpientes de su melena:
«Y fue retenida en el país de los Árimos, bajo la tierra, la funesta Equidna ninfa inmortal y exenta de vejez, por todos los siglos. Con ella cuentan que el terrible, violento y malvado Tifón tuvo contacto amoroso, con la joven de vivos ojos. Y preñada, dio a luz a feroces hijos: primero parió al perro Ortro para Gerión. En segundo lugar tuvo un prodigioso hijo, indecible, el sanguinario Cerbero, perro de broncíneo ladrido de Hades, de cincuenta cabezas, despiadado y feroz».
El último de los
doce trabajos de
Heracles fue capturar a Cerbero. La
Biblioteca mitológica de
Apolodoro nos cuenta que primero viajó a
Eleusis para ser iniciado en los
misterios eleusinos y encontró la entrada al reino de
Hades en
Ténaro. Mientras estaba en el
inframundo,
Heracles se encontró con sus amigos
Teseo y
Pirítoo. Liberó a
Teseo, pero la tierra tembló cuando intentó lo mismo con
Pirítoo, por lo que tuvo que dejarlo atrás. Ambos habían sido encarcelados por
Hades, quien los había sujetado mágicamente a un banco cuando intentaron llevarse a su esposa
Perséfone para casarse con ella.
Para llevarse a Cerbero,
Heracles simplemente le pidió permiso al dios
Hades, y éste accedió con la condición de que el héroe no le hiciera daño al perro, sin emplear las flechas o el garrote.
Heracles encontró al perro encadenado a las puertas del
Aqueronte y lo asió por el cuello, del cual salían tres cabezas, cada una con una cabellera de serpientes de las que se protegía con la piel del
león de Nemea.
Heracles no dejó de apretarle el cuello a Cerbero hasta que se rindió, aunque el semidios acabó siendo mordido por una de las serpientes de su cola.
Heracles arrastró y llevó a cuestas al monstruoso perro por una vía subterranea para salir al exterior por
Trecén.
Ovidio nos cuenta en el libro VII de sus
Metamorfosis que Cerbero se revolvió al contemplar la luz del sol cuando emergieron a la superficie y ladró furiosamente con sus tres bocas. De la baba que salpicó brotó la planta venenosa llamada
acónito. Finalmente logró llevar a Cerbero hasta
Micenas, concluyendo los
doce trabajos impuestos por
Euristeo. Tras esto, en la
Biblioteca mitológica de
Apolodoro se narra que el héroe lo devolvió al
inframundo.
Orfeo también se encontró con Cerbero en su viaje a los infiernos en la búsqueda de su amada
Eurídice. Un día, cerca de
Tempe, en el valle del río Peneo,
Eurídice se encontró con
Aristeo, quien trató de forzarla. En la huida pisó una serpiente y murió por su mordedura, pero
Orfeo descendió valientemente al
Hades esperando recuperarla y traerla de vuelta al mundo de los vivos. A su llegada no sólo encantó al barquero
Caronte, a Cerbero y a los
tres jueces de los Muertos con su melancólica música, sino que también ablandó el corazón de
Hades y éste le permitió rescatar a
Eurídice. Tan sólo puso una condición: que
Orfeo no mirase atrás hasta que ella estuviera a salvo bajo la luz del sol.
Eurídice siguió a
Orfeo por el oscuro pasadizo guiada por los sonidos de su lira, pero cuando llegaron a donde ya había luz solar, él se volvió para comprobar si ella le seguía y entonces la perdió para siempre.
Cerbero también apareció en el mito de
Eros y Psique en la obra de
Apuleyo,
El asno de oro, donde
Psique debe cumplir con los encargos que la furiosa
Afrodita le impuso si quería ver de nuevo a su amante
Eros, al que había espantado por conocer su verdadera identidad. Como cuarto trabajo,
Afrodita afirmó que el estrés de cuidar a su hijo, deprimido y enfermo como resultado de la traición de
Psique, había provocado que perdiese parte de su belleza.
Psique tenía que ir al
Hades y pedir a
Perséfone, la reina del
inframundo, un poco de su belleza.
Psique fue a una torre, decidiendo que el camino más corto sería la muerte, pero una voz la detuvo en el último momento y le indicó una ruta que le permitiría entrar y regresar con vida, además de decirle cómo sortear al perro Cerbero y otros peligros del reino de los muertos:
«Podrás llegar hasta los palacios del rey Plutón; pero no entiendas que has de llevar las manos vacías, porque te conviene llevar en cada una de las manos una torta de cebada y miel [...] Demás de esto sepas que está un poco más adelante un perro muy grande, que tiene tres cabezas, el cual es muy espantable, y ladrando con aquellas bocas abiertas espanta a los muertos, a los cuales ya ningún mal puede hacer, y siempre está velando ante la puerta del oscuro palacio de Prosepina, guardando la casa vacía de Plutón. Cuando allí llegares, con una torta que le lances lo tendrá enfrenado y podrás luego pasar fácilmente y entrarás a donde está Prosepina, la cual te recibirá benigna y alegremente y te mandará sentar y te dará muy bien de comer [...] Cuando tornares, amansarás la rabia de aquel perro con la otra torta...».
De manera similar se burla a Cerbero en la
Eneida, epopeya latina de
Virgilio, donde el troyano
Eneas bajó al
inframundo y gracias a la ayuda de la
Sibila consiguió dormir al monstruo ofreciéndole tortas drogadas:
«En frente, tendido en su cueva, el enorme Cerbero atruena aquellos sitios con los ladridos de su trifauce boca. Viendo la Sibila que ya se iban erizando las culebras de su cuello, le tiró una torta amasada con miel y adormideras, la cual él, abriendo su trifauce boca con rabiosa hambre, se tragó al punto, dejándose caer enseguida y llenando con su enorme mole toda la cueva. Al verle dormido, Eneas sigue adelante y pasa rápidamente la ribera del río, que nadie cruza dos veces».
En la
Divina Comedia de
Dante, ya fuera de obras mitológicas, también aparece Cerbero como uno de los seres que habitan en el
Infierno y que torturan a los condenados. Mora en el
tercer círculo del Infierno, el de la
gula, y allí destroza las almas de los muertos.
«Cerbero, fiera monstruosa y cruel, caninamente ladra con tres fauces sobre la gente que aquí es sumergida. Rojos los ojos, la barba cerdosa y negra, y ancho su vientre, y uñosas sus manos: clava a las almas, desgarra y descuartiza [...] Al advertirnos Cerbero, el gran gusano, la boca abrió y nos mostró los colmillos, no había un miembro que tuviese quieto. Extendiendo las palmas de las manos, cogió tierra mi guía y a puñadas la tiró dentro de las fauces de la fiera. Cual hace el perro que ladrando rabia, y mordiendo comida se apacigua, que ya sólo se afana en devorarla, de igual manera las bocas impuras del demonio Cerbero, que así aturde las almas, que quisieran verse sordas».