Caballo marino chilote

El caballo marino chilote es un animal fantástico que utilizan los brujos de las islas Chiloé para llegar hasta el Caleuche, un siniestro barco en el que celebran sus reuniones y fiestas nocturnas. Aunque sirven a maléficos dueños, no son violentos ni perjudiciales para los hombres, mas bien son la personificación de las olas del mar y por ello siempre arrojan espuma por la boca. También se cree que su presencia cerca de los corrales de pesca augura una futura escasez de peces.

Estos caballos son feos, fuertes, velocísimos y tan grandes que pueden llevar sobre su lomo a los trece brujos que conforman un aquelarre, llegando a medir más de doce varas (10 m) de largo y cuatro varas (3,34 m) de alto. Pese a su gran tamaño, tan solo viven cuatro años y al morir se transforman en una especie de gelatina que se disuelve en el mar. Su color es verde amarillento debido a la dieta que siguen, ya que se alimentan de algas marinas como el luche y el cochayuyuo, y despiden cierto brillo que hace que la gente los confundan en la lejanía con una lámpara o con el macuñ de los brujos, un chaleco mágico que proporciona habilidades sobrenaturales a su dueño.

Los brujos disponen de uno o varios caballos marinos que seleccionan y marcan durante sus incursiones oceánicas a bordo del Caleuche. Para llamarlos, lanzan cuatro veces un peculiar y misterioso silbido a orillas del mar. Luego, para poder montarlos, tienen que ponerles unas bridas de sargazo y se montan sobre sus lomos suave y livianamente tras un gran brinco. Una vez terminados los servicios del animal, le quitan las bridas y lo despiden dándole una palmada en el anca izquierda, dejando así que vuelva a zambullirse en el mar.

Dibujo de Danilo Sepúlveda para Mitos y leyendas de la zona de Chanquin y Cucao, de Jorge Negrón Vera

Fuentes

Anónimo: Chiloé: historia, mitología, artilugios y costumbres. Ediciones Victor Naguil Ancud.
Cárdenas Alvarez, Renato: El libro de la mitología. Historias, leyendas y creencias mágicas obtenidas de la tradición oral. ATELÍ, Punta Arenas (1998).
Vicuña Cifuentes, Julio: Mitos y supersticiones recogidos de la tradición oral chilena. Imprenta universitaria, Santiago de Chile (1915).

Monstruo de Flatwoods

En Flatwoods, un pueblecito de Virginia Occidental, un grupo de jóvenes vio cómo un OVNI atravesó el cielo y aterrizaba en una colina cercana a la granja del vecino local Bailey Fisher.

El suceso tuvo lugar alrededor de las siete y cuarto de la tarde, ya anocheciendo, cuando los hermanos Eddie y Freddie May jugaban al fútbol con su amigo Tommy Hyer. Al ver el extraño objeto, quisieron ir a investigar por la zona y avisaron a su madre, la señora Kathleen May. A esta cuadrilla se les unieron otros dos niños de diez años, Neil Nunley y Ronnie Shaver, y Eugene Lemon, primo de Kathleen y miembro de la Guardia Nacional junto a su perro.

Según los testimonios, la cima de la colina estaba iluminada por una luz roja palpitante y estaba cubierta de una niebla de olor acre que acabó provocándoles nauseas, aunque eso no fue lo más extraño que se encontraron, ya que Gene Lemon vio un par de enormes ojos verde anaranjados brillando en la oscuridad. La luz de su linterna reveló a una criatura gigantesca de unos tres metros de alto y de aspecto humanoide, con una cara totalmente redonda y roja rodeada de una especie de capucha puntiaguda. El cuerpo era oscuro, verde y descolorido; aunque la parte inferior estaba oculta en las sombras, parecía como si llevara faldones. El grupo sólo tuvo un momento para observar a la criatura, ya que al instante emitió un silbido y comenzó a avanzar hacia ellos, lo que provocó la huida de los testigos en el acto.

No se supo nada más de este monstruo, pero al día siguiente, A. Lee Stewart Jr., del Braxton Democrat, descubrió "marcas de derrape" en el campo cercano a la carretera, junto con un "extraño depósito gomoso", rastros atribuidos a la nave de la que descendió el ser.

Ilustración de Tim Bertelink

Fuentes

Benítez, Juan José: La Punta Del Iceberg - Los humanoides (1). Planeta, Barcelona (1983).
Cohen, Daniel: La enciclopedia de los monstruos. Edivision, México (1982).
Nickell, Joe: The Flatwoods UFO Monster. Skeptical Inquirer, Vol. 24, nº 6 (2000).

Fantasma de Saucedilla

Saucedilla, un pequeño municipio de la provincia de Cáceres, fue el lugar de aparición de una figura espectral en octubre de 1983. El periodista Gonzalo Pérez Sarró pudo entrevistar y recoger el testimonio de Mari Carmen Ramos, una joven de catorce años que se topó de frente con este misterioso ser cuando regresaba a casa por la avenida González Amézqueta.

Según la joven, apareció de pronto frente a ella, a unos veinte metros de distancia, una mujer de casi tres metros de alto que iba vestida con una túnica negra. Mari Carmen fue incapaz de discernir ningún rostro en lo que era la cabeza del espectro ya que lo llevaba oculto con una capucha y la oscuridad del anochecer le impedía distinguir cualquier facción en su cara. Tampoco pudo asegurar si tenía brazos, porque de tenerlos, los llevaba muy pegados al cuerpo, casí indistinguibles de este, aunque sí destacó que parecía llevar una especie de bolsa colgando en la que debía guardar objetos.

Lo más terrorífico de su descripción es que la figura se desplazaba flotando sobre el suelo muy lentamente, como una torre humana montada en un patín; además no parecía tener pies, pues los faldones de su vestimenta caían a plomo y se agitaban como si un viento soplase hacia arriba justo bajo ella. Parecía que no había un cuerpo bajo esos ropajes.

Antes de llegar hasta Mari Carmen, a unos escasos cinco metros de distancia, el fantasma cambió su rumbo y se metió en una callejuela que había entre los dos. La adolescente se asomó para espiar al extraño personaje, pero en los pocos segundos que tardó en doblar la esquina, había desaparecido por completo en un lugar el que no había sitio donde esconderse, pues en la nueva vía sólo había un pequeño callejón sin salida que la muchacha examinó en el acto.

Cuatro días más tarde, Mari Carmen volvió a encontrarse con el fantasma cuando salió en su búsqueda con par de amigos más jóvenes que ella. Esta vez sí pudo ver su cara, redonda, blanquecina y resplandeciente, cuando se asomó desde una esquina para contemplarlos. Todos huyeron en el acto y, según cuentan, los perros de la localidad no dejaron de ladrar en toda la noche.

Por si fuera poco, otros niños que no guardaban ninguna relación con Mari Carmen ni conocían su historia fueron testigos de esta aparición a la que se conoció como el «Fantasma de Saucedilla». Tal fue el caso de la joven Mariví de once años, que dos días después del primer suceso corrió horrorizada hacia sus amigos gritando que había visto a una persona muy grande y vestida de negro.

Por último tenemos lo que contó María del Mar Mariscal, otra chica del pueblecito que vio al fantasma dos veces en la misma noche: primero pudo ver al espectro cruzando la carretera por un tramo cercano a su casa y, más tarde, cuando bajó la basura aquella noche, lo contempló estático delante de unos de los postes de ladrillos que tenía la entrada del jardín de su vivienda. Esta fue la última vez que se supo del Fantasma de Saucedilla, el cual dejó de nuevo a los perros del vecindario ladrando asustados por su presencia.

Portada de la revista Éxtasis, editada en Cáceres en febrero de 1985

Fuentes

Jiménez, Íker: El paraíso maldito. Editorial EDAF, Madrid (2003).
Pérez Sarró, Gonzalo: Revista Éxtasis nº 19. Cáceres (1985).

Alarbe de Marsella

Durante la primera mitad del siglo XIX apareció entre los pliegos de cordel de toda España la historia del alarbe de Marsella, un relato con mensaje moralizante sobre un muchacho convertido en monstruo por castigo divino debido a sus múltiples crímenes.

El protagonista de este relato era un chico que, una vez cumplidos los quince años, se volvió tan cruel e indomable que comenzó a perpetrar toda clase de crímenes por pura diversión. Cuando debía estar dando clases con un tutor que le impuso su padre, éste se escabullía y se dedicaba a matar a todo el que encontrase, llegando a acabar con cinco personas hasta que fue atrapado por las autoridades. Su padre, gracias a su dinero e influencia con algunos nobles, logró sacarlo de la cárcel e intentó llevarlo por el buen camino con mil consejos, pero no tardó en llegar una noche en la que el muchacho se volvió contra su progenitor mientras dormía y lo mató junto a su hermano pequeño de siete años. A su madre la maniató y aprovechó para llevarse todas las joyas y el dinero que pudo de la casa.

Tras este crimen tan cruel se unió a otros diez compañeros con los que se dedicó a asaltar por los caminos a los viajeros. Después de que les negaran la entrada en una posada, le prendieron fuego y huyeron a Cataluña, donde siguieron cometiendo toda clase de delitos: violaron a una muchacha a la que encontraron junto a su viejo padre y, para deshacerse de ellos, los lanzaron al fuego; le robaron las mulas y el cargamento de tabaco a un arriero y, finalmente, mataron y le robaron todo lo que tenía a un mercader que se alojó en la misma posada donde estaban ellos. Después de este asesinato pusieron rumbo de nuevo a Marsella, donde por el camino asaltaron un convento de San Diego.

Nuestro alarbe, acompañado de sus amigos, regresó a su casa por la noche, donde encontró a su madre llorando de rodillas ante un crucifijo. Lleno de soberbia y maldad quiso acabar con ella, pero la mujer le rogó a Dios lo siguiente: «Permitid, Señor inmenso, que en una forma espantable vea yo este alarbe fiero, sin que se pueda mover, porque sirva de escarmiento a todos cuantos le vean; oídme, Señor, atento, pues ofendió tu bondad, y no contento con esto, quitó la vida a su padre, y a otro hermanito pequeño».

Terminada su súplica, una horrenda serpiente inmovilizó el cuerpo del chico, que se volvió todo peludo, con patas de asno, garras de león y cabeza de dragón. Lo único humano que quedó en él fue su rostro, que expulsaba por ojos, narices y boca llamaradas infernales. Como remate final, de su boca salía un rótulo en el que se podía leer: «Vengan a tomar ejemplo los hijos inobedientes a su padre, que por eso y haberle dado la muerte a mi padre, estoy ardiendo en las más ardientes llamas del abismo del infierno». Unos sacerdotes acudieron al lugar por el revuelo que se organizó y, con un estallido que dejó un fuerte olor a azufre, lograron expulsar tan macabra aparición con sus rezos. Los otros diez bellacos que acompañaban al alarbe, se asustaron tanto ante el prodigio divino que dejaron su mala vida e intentaron ganarse el perdón ordenándose en diferentes conventos.

Pliego de cordel publicado por la Imprenta de Mompié, Valencia (1841)

Fuentes

Anónimo: «El alarbe de Marsella: egemplar castigo que ha egecutado Dios nuestro Señor con un caballero de la ciudad de Marsella». Imprenta de Mompié, Valencia (1841).

Katakira uwa

El katakira uwa (japonés: 片耳豚; cerdo de una oreja) es un yokai nativo de Amami Ōshima. Estos espíritus, que tienen el aspecto de un lechón con una sola oreja y que carecen de sombra, sólo aparecen en unos pocos lugares en concreto, sobre todo cerca del ayuntamiento de la ciudad de Naze.

Cuando se encuentran con alguien por la noche, corren a toda prisa para pasar por debajo de sus piernas y así extraerles el alma, ante lo cual sus víctimas caen muertas o espiritualmente desechas. Por suerte, basta con permanecer de pie y cruzar las piernas fuertemente cuando se avista a uno de ellos para evitar su ataque.

Shigeru Mizuki contó que en 1922 llegaron a Amami Ōshima varias chicas procedentes de Yoron, ciudad de una de las islas vecinas, para trabajar en las fábricas de seda. Cierta noche celebraron una fiesta en la playa, pero una muchacha llamada Nabe, la mayor de ellas, decidió regresar al poco tiempo. Apenas se alejó del grupo, le salió al encuentro un katakira uwa, aunque afortunadamente conocía las historias relacionadas con este espíritu y cruzó las piernas al instante. De esta manera pudo salvarse, pero dicen que después de eso cayó enferma y, cuando se recuperó, apenas salía fuera.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Misarin.net: katakira uwa.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 1. Satori, Gijón, 2017.

Ballena melenuda

La ballena melenuda (latín: cetus capillatus), también llamada ballena cabelluda (latín: cetus crinitus), es uno de los muchos animales marinos que representó Olaus Magnus en su Carta marina.

Esta criatura fue plasmada en el norte del océano Atlántico y de ella sólo se puede apreciar su cabeza saliendo de las aguas. Lo poco que se puede destacar de su aspecto es que poseía una larga cabellera a modo de crín y un hocico alargado adornado por una barba puntiaguda. Olaus Magnus no indicó ningún nombre ni descripción sobre ella, por lo que fueron autores posteriores, como Conrad Gessner, los que la bautizaron con el nombre de cetus capillatus.

Grabado del Monstrorum historia de Ulisse Aldrovandi

Fuentes

Aldrovandi, Ulisse: Monstrorum historia cum Paralipomenis historiae omnium animalium. Bononiae (1642).
Gessner, Conrad: Historia animalium IV. Christoph. Froschoverum, Zúrich (1553).

Nuribotoke

En Japón es común encontrar en algunos hogares un lugar reservado para el butsudan, un pequeño altar en forma de caja en el que se guardan símbolos budistas para honrar a los difuntos. Este objeto era de vital importancia para los ritos religiosos y solía estar lacado y hermosamente decorado con oro, por lo que necesitaba de ciertos cuidados para mantenerlo adecuadamente.

Con el tiempo, el butsudan puede caer en manos de algún miembro de la familia que lo descuide y acabe desconchándose y sufriendo desperfectos. Según Shigeru Mizuki, es entonces cuando los espíritus de los antepasados se frustran y se ven obligados a ser ellos mismos los que cuiden del altar manifestándose como un nuribotoke (japonés: 塗仏; Buda/difunto laqueado), un repugnante yokai con el aspecto de un sacerdote budista de piel totalmente negra y estómago abotargado, aunque lo que más destaca de él son los ojos, que están colgando de sus cuencas. También puede aparecer con una protuberancia creciendo en medio de su espalda; algunos creen que se trata de un largo mechón de pelo o, más extrañamente, la cola de un pez.

El butsudan siempre permanece abierto durante el día y debe cerrarse al anochecer, por lo que es posible que, si se deja abierto por la noche, sirva como una puerta de entrada al mundo de los espíritus y los nuribotoke aprovechen para salir de él y atormentar a los habitantes de la casa para divertirse.

Ilustración del Bakemono no e

Fuentes

Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.
Misarin.net: Nuribotoke.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 2. Satori, Gijón, 2018.
Sekien, Toriyama: Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón. Quaterni, Madrid, 2014.

Cetáceo barbudo

El cetáceo o monstruo marino barbudo (latín: cetus barbatus) es una de las muchas criaturas que habitan en las aguas septentrionales del océano Atlántico según la Carta marina de Olaus Magnus. El cartógrafo sueco no dio ningún detalle sobre este animal, por lo que fueron autores posteriores, como Conrad Gessner, quienes lo bautizaron con el nombre de cetus barbatus.

Su aspecto, tal y como lo describió Gessner, era enorme y horrible, con la cabeza cuadrada y dotada de unos ojos llameantes, tan grandes que tenían una circunferencia de dieciséis o veinte pies (5-6 m). También contaba con una larga barba, más estrecha y corta por la parte posterior que por la anterior, y con catorce cuernos que rodeaban su cabeza, aunque Cardano aseguraba en el libro X de su De Subtilitate que sólo tenía dos que nacían desde sus ojos.

Grabado del Historia animalium de Conrad Gessner

Fuentes

Aldrovandi, Ulisse: Monstrorum historia cum Paralipomenis historiae omnium animalium. Bononiae (1642).
Cardano, Girolamo: De Subtilitate. Arizona Center for Medieval and Renaissance Studies, Arizona (2013).
Gessner, Conrad: Historia animalium IV. Christoph. Froschoverum, Zúrich (1553).

Ikkennya no yoju

El ikkennya no yōjū (japonés: 一軒家の妖獣, bestia/monstruo de la casa) era una extraña criatura de rostro humano y cubierta de pelo que solía colarse en cierta casa cuando llegaba la medianoche. Para hacerlo, se arrastraba lentamente por las vigas del techo y, como a esas horas siempre estaba todo el mundo dormido, nunca llamó la atención de nadie.

Cierta noche, la mujer de la casa se despertó y, al ver a este ser encaramado a una viga, comenzó a gritar. El escándalo despertó a su marido, el cuál descubrió que había otro monstruo de la misma especie cerca del primero. Estos yokai ignoraban por completo a la pareja de humanos, que al instante descubrieron que se trataban de un macho y un hembra que habían elegido el techo de su hogar para mantener relaciones. Pese a que no mostraban ninguna actitud violenta contra los habitantes de la casa, la pareja decidió mudarse ante la idea de que tan peculiares criaturas utilizasen su morada como lugar de encuentro.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 1. Satori, Gijón, 2017.

Cerdo marino

El cerdo marino (latín: sus/porcus marinus), llamado hiena cetácea (latín: hyaena cetacea) por Conrad Gessner, es uno de los muchos monstruos que habitan, según la Carta marina de Olaus Magnus, en las aguas septentrionales del océano Atlántico entre Islandia, el norte de Reino Unido y las costas de la península escandinava.

Este ser fue visto en el año 1538 cerca de la mítica y desconocida isla de Tule, situada por algunos naturalistas como Gessner al norte de las islas Órcadas. Los escritos lo describen de un tamaño increíble, pues medía unos setenta y dos pies de largo (22 m) y catorce de alto (4,20 m), con una distancia entre ambos ojos de siete pies (2 m). Este animal de cuerpo escamoso tenía cuatro patas con garras palmípedas y una cabeza similar a la de un cerdo, además poseía tres ojos en medio de cada costado y sobre su espalda crecían unas escamas o vellosidades en forma de media luna. Parece ser que lograron capturar al ejemplar, ya que aseguran que pudieron llenar cinco barriles con su gigantesco hígado.

Ilustración del Monstrorum historia, de Ulisse Aldrovandi

Fuentes

Aldrovandi, Ulisse: Monstrorum historia cum Paralipomenis historiae omnium animalium. Bononiae (1642).
Gessner, Conrad: Historia animalium IV. Christoph. Froschoverum, Zúrich (1553).
Paré, Ambroise: Discours d’Ambroise Paré. Gabriel Buon, Paris (1582).
Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).

Hone onna

Hone onna (japonés: 骨女; mujer de huesos) es el nombre con el que se conoce al espectro de Otsuyu, una de las protagonistas de la historia de fantasmas Botan dōrō (japonés: 牡丹燈籠; La linterna de peonias), aunque originalmente era uno de los cuentos recogidos en la obra china Jiandeng Xinhua (chino: 剪燈新話; Las nuevas historias que se cuentan mientras se consume la mecha).

En algunas versiones del cuento el protagonista es un samurái que conoció a Otsuyu cuando estaba viva y ambos acaban terriblemente enamorados, pero debido a una enfermedad se ve alejado de ella durante meses. Desgraciadamente, cuando por fin se recupera y puede reunirse con su amada, descubre que tanto Otsuyu como su sirvienta han muerto de tristeza.

Cuando llegó el O-bon, la festividad japonesa en la que se honra a los muertos, comenzaron a aparecer en la casa del protagonista dos figuras iluminadas por una linterna adornada con peonias. Se trataba de Otsuyu, que había regresado de la tumba junto a su fiel sirvienta para consumar su amor con su antiguo enamorado. Éste no sospechó nada cuando se presentaron ante él porque las veía con el mismo aspecto con el que estaban vivas, pero uno de sus sirvientes descubrió una de esas noches que su amo en realidad estaba yaciendo con un macabro esqueleto.

Gracias a la ayuda de un monje, que entregó al samurái una imagen de Buda y colocó numerosos amuletos protectores en las puertas y ventanas de la casa, el espectro de Otsuyu se vio incapaz de entrar de nuevo en los aposentos de su amado, por lo que se limitaba a llorar noche tras noche. Esta situación duró hasta que un día alguien le robó al samurái su imagen de Buda y los fantasmas pudieron entrar por una ventana que se había quedado sin protección. Al amanecer de aquel día, encontraron al samurái muerto en su habitación abrazado al esqueleto de Otsuyu e iluminado por una siniestra linterna adornada con peonias.

El folklorista Shigeru Mizuki recogió la leyenda de otra hone onna que se aparece en la región de Aomori. Originalmente era una mujer que se suicidó debido a su fealdad y, con el paso del tiempo, su cuerpo acabó reducido a un simple esqueleto. En este estado, el resto de cadáveres le decían: «Desde que te has convertido en esqueleto, te has vuelto toda una belleza», así que movida por los ánimos que le daban comenzó a pasearse haciendo traquetear sus huesos. También cuentan que le encanta chupar espinas de pescado y que se pone a temblar cuando se topa con un monje de alto rango.

Estampa shunga del Ehon Kaichu Kagami - Utagawa Toyokuni

Fuentes

Hadland Davis, Frederick: Mitos y leyendas de Japón. Satori, Gijón, 2021.
James, Grace: Cuentos de hadas japoneses. Satori, Gijón, 2021.
Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 1. Satori, Gijón, 2017.
Sekien, Toriyama: Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón. Quaterni, Madrid, 2014.

Jabalí marino

Olaus Magnus publicó durante la primera mitad del siglo XVI su Carta marina, un detallado mapa de los países nórdicos y los mares que los rodean. En dicho mapa no sólo se limitó a representar fielmente la geografía de las tierras del norte, sino que también ilustró a los monstruos que habitaban en los mares circundantes. La criatura que aquí nos atañe no fue identificada con ningún nombre en el mapa de Olaus Magnus, pero fue llamada posteriormente jabalí cetáceo (latín: aper cetaceum) por Conrad Gessner y jabalí marino (latín: aper marinus) por Ulisse Aldrovandi.

Este monstruo, que fue avistado en el mar de Noruega, estaba cubierto de escamas y tenía cabeza y colmillos de jabalí, los cuales poseían propiedades medicinales contra cualquier veneno al igual que el cuerno de unicornio según añadió Ambroise Paré. Los dibujos que lo representan lo muestran además con cuatro patas cortas.

Grabado del Monstrorum historia de Ulisse Aldrovandi

Fuentes

Aldrovandi, Ulisse: Monstrorum historia cum Paralipomenis historiae omnium animalium. Bononiae (1642).
Gessner, Conrad: Historia animalium IV. Christoph. Froschoverum, Zúrich (1553).
Paré, Ambroise: Discours d’Ambroise Paré. Gabriel Buon, Paris (1582).
Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).