En diversos puntos de
España podemos escuchar historias en las que un hombre se encuentra con un cabritillo perdido en plena noche de tormenta y decide llevárselo a casa. Todo hasta aquí sería algo normal si no fuera porque, conforme el protagonista avanza con el animal a cuestas, éste comienza a pesar más y más hasta que acaba riéndose y hablando con una horrible voz humana. Al norte de la
península, en
Galicia,
Asturias y
Castilla y León, se cree que son meras trastadas de un geniecillo conocido como
Diablo burlón, pero más al sur, en
Extremadura y
Murcia, se dice que estos animales son
diablos que causan pavor en sus víctimas.
El periodista
Íker Jiménez recogió en su libro
El paraíso maldito el caso de Vicente Japón, un vecino de la alquería de
la Huetre. Al parecer, una noche en la que se disponía a recoger al ganado como hacía siempre, se percató de que le faltaba una cabrita. En su búsqueda se topó con un macho de color negro que parecía perdido, por lo que Vicente lo tomó a hombros para llevárselo a su corral. Justo cuando se adentraba en la alquería por la única calle de entrada, la carga que llevaba encima comenzó a pesarle tanto que hasta le cedían los brazos por el dolor. En ese momento, la criatura le habló al oído con voz ronca y profunda: «Vicente... Vicente». Al soltar al chivo por el susto, vio cómo la bestia se puso de pie sobre sus patas traseras y se le encaró con un rostro deforme que antes no tenía. Esto fue lo último que se supo del suceso, ya que Vicente Japón huyó del lugar entre gritos.
Una leyenda de
Ahigal, otro municipio extremeño de
Cáceres, cuenta que le sucedió lo mismo a un pastor al que conocían como Perico. En su caso, el chivo que se encontró no llegó a hablarle, pero sí que le dio un mordisco en el cuello mientras lo llevaba a cuestas; cuando se giró a mirar al animal, vio que le salían llamas de los ojos. Tras arrojarlo al suelo, el
demonio se marchó dando brincos y soltando risotadas.
Parece que
Ahigal es un pueblo proclive a estos hechos paranormales, ya que una historia de 1913 cuenta que unos tercios oyeron balar a una cabra en la calle de las Escalaveras. Creyendo que el animal se había escapado de un corral que había en las inmediaciones, intentaron atraparla para comérsela aquella noche, pero la cabra huía de ellos y luego se paraba a cierta distancia como esperando a que se acercaran a ella. Esta persecución duró hasta que los hombres acabaron fuera del pueblo, en medio de unos jarales del camino de Vega Jerrero, donde comenzó a emanar del suelo un insoportable olor a azufre y fueron rodeados por cientos de cabras que, en lugar de balar, soltaban grandes carcajadas. Todos salieron huyendo porque comprendieron que esos animales eran en realidad
demonios y les habían guiado hasta una entrada al
infierno.
La
Región de Murcia no se queda atrás con esta clase de encuentros. Los vecinos de
Archena colocaron una cruz en la cima del
monte Ope para exorcizar cualquier
demonio, plaga o enfermedad que hubiera en el lugar ya que, según la leyenda, un pastor tuvo un encontronazo con un ente diabolíco una fría tarde de invierno que subió al cerro para recoger caracoles. Allí se encontró con un pequeño cordero que creía había sido abandonado tras dar a luz por alguno de los animales de su rebaño cuando pastaban, por lo que se echó a la criatura a hombros y se la llevó. A cada paso que daba, el animal crecía y pesaba más hasta que alcanzó el tamaño de un borrego y le dijo al pastor: «Cuanto más lejos me lleves, más te pesaré»; entonces adoptó la forma de un
demonio y se fue corriendo dejando tras de sí ese característico olor a azufre de los de su clase.
El caso es que estos sucesos no se dan únicamente a las afueras de pueblos y ciudades, ya que
Pedro Díaz Cassou narró en el suplemento semanal
La Enciclopedia por qué, en plena
Murcia, la Calle del Horno pasó a llamarse Calle del Cabrito (acual Polo de Medina). Según la leyenda, a principios del siglo XVIII, en una fría y lluviosa noche de octubre, un zapatero llamado Juán, aficionado al vino y a las cartas, discutió con su mujer porque iba a ir de cena con los amigos del gremio y lo último que oyó al salir de casa fue a su esposa gritándole: «¡Así se te lleven los demonios!».
Parece que la maldición de la mujer fue escuchada, porque a Juan comenzaron a seguirle unos ojos amarillos y brillantes cuando regresaba a casa tras la cena. Al darse cuenta de que iba muy borracho, y no queriendo volver a pelearse con su mujer, decidió volver a la taberna donde estuvo con sus amigos para pasar la noche, pero al poco de entrar ena calle del Horno sonaron las doce campanadas de la medianoche en la Catedral y apareció ante él el animal que le había estado persiguiendo en la oscuridad: un cabritillo. Como no dejaba de ir tras de él, Juan lo tomó como una señal de que debía llevárselo para que le sirviera de comida y se lo echó a cuestas, pero cuando dirigió la mirada al suelo se vio reflejado en un charco cargando con un
diablo negro de orejas puntiagudas y dos cuernos en la frente que iba riéndose para sus adentros. Tras gritar «Jesús, María y José» cayó desplomado sobre el charco y fue encontrado al día siguiente inconsciente. Después de contarle su historia a todo el mundo, la calle del Horno pasó a conocerse como la calle del Cabrito.
Fuentes
Díaz Cassou, Pedro: Suplemento
La enciclopedia nº6-7 (10/09/1888 - 17/09/1888).
Domínguez Moreno, José María:
Leyendas de Ahigal. Diputación provincial de Cáceres (2020).
García Abellan, Juan:
Nuestras leyendas. Industrias gráficas Policron S.A. (1981).
Jimenez, Íker:
El paraíso maldito. Corona Borealis, Málaga (1999).
Martínez Cascales, José Ángel:
Historias, misterios, crónicas y leyendas murcianas. Gami Editorial, Granada (2023).