Ohaguro bettari

En Japón, entre los períodos Heian y Edo, era popular entre las mujeres de alta alcurnia o que estaban a punto de casarse el teñirse los dientes de negro mediante una técnica conocida como ohaguro. Con esta siniestra sonrisa se aparece de noche en las afueras de los pueblos, cerca de templos poco transitados, el yokai conocido como Ohaguro bettari (japonés: お歯黒べったり; Dientes ennegreidos).

Este espíritu tiene el aspecto de una hermosa mujer vestida con un lujoso kimono, pero siempre procura ocultar su cara. Cuando alguien entabla conversación con ella, ya sea por lujuria o por simple amabilidad, se gira hacia su interlocutor y le muestra un rostro blanquecino totalmente plano y sin facciones. A diferencia de otros yokai, como el nopperabo, la Ohaguro bettari tiene una horripilante sonrisa llena de dientes ennegrecidos. Tal vez se trate de un yokai nacido de la frustración de una mujer que tenía los dientes teñidos de negro, aunque muchos piensan que simplemente son animales capaces de cambiar de aspecto, como los tanuki, mujina o kitsune, que adoptan esta forma para divertirse y asustar a los humanos.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.
Misarin.net: Ohaguro bettari.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 2. Satori, Gijón, 2018. Sekien, Toriyama: Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón. Quaterni, Madrid, 2014.

Huspalim

El explorador André Thevet mencionó en su Cosmografía universal a unas bestias conocidas como Huspalim o Hulpalim que habitaban en la isla de Socotra. Al parecer sólo se alimentaban de viento y físicamente eran tan grandes como una marmota etíope, tenían la piel roja y moteada, la cabeza esférica como una bola y los pies redondos y planos, sin uñas para atacar. La imagen con la que ilustra a este animal en su obra se basa en una piel que el propio Thevet poseía y lo representó con una cara parecida a la de un mono con orejas redondas. Los nativos del lugar sabían aprovechar su grasa para hacer remedios contra los picores y rozaduras y, según Ambroise Paré, también comían su dura carne después de ablandarla a bastonazos.

Grabado de La cosmografía universal, obra de André Thevet

Fuentes

Paré, Ambroise: Les oeuvres d'Ambroise Paré. Nicolas Buon, Paris (1579).
Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).
Thevet, André: La cosmographie universelle d'André Thevet (vol. I). Guillaume Chaudiere, Paris (1575).

Saka onna

Una saka onna (japonés: 逆女; mujer cabeza abajo), también conocida como sakasama yūrei (japonés: さかさまの幽霊; fantasma cabeza abajo), es el espectro de una mujer que murió asesinada siendo arrojada al mar o a un pozo, de ahí que se manifiesten como si estuvieran cayendo cabeza abajo. Se cree que siguen en este mundo porque están atadas por algún rencor pendiente o porque no pueden alcanzar la paz budista y ahora van de cabeza al infierno.

Suelen aparecer de noche en lugares solitarios, pero también lo pueden hacer en el interior de las casas o en los jardines de alrededor. Shigeru Mizuki recogió la leyenda de una saka onna que apareció en los retretes de una casa y le dio un susto terrible a la sirvienta del hogar y, del mismo modo, a un padre y su hijo que se encontraban en el repecho de su casa al anochecer. Tras el susto inicial, se esfuman tan rápido como vinieron y no hacen ningún daño a quienes fueron testigos de su presencia.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 2. Satori, Gijón, 2018.

Aloés

André Thevet, cosmógrafo francés del siglo XVI, afirmó haber visto en sus expediciones a La Española a un extraño pez al que los habitantes del lugar llamaban Aloés. Según su descripción, este animal carecía de escamas y era prácticamente idéntico a una oca tanto en aspecto como en tamaño salvo por las cuatro aletas que tenía bajo el vientre y un bulto en forma de pera que le remataba la cabeza. El autor no mencionó nada más sobre estos animales salvo que los veía nadando cerca de sus barcos junto a otros bancos de peces.

Ilustración de la Cosmografía universal, obra de André Thevet

Fuentes

A Book of Creatures: Aloes.
Paré, Ambroise: Les oeuvres d'Ambroise Paré. Nicolas Buon, Paris (1579).
Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).
Thevet, André: La cosmographie universelle d'André Thevet (vol. II). Guillaume Chaudiere, Paris (1575).

Taka onna

La taka onna o takajo (japonés: 高女; mujer alta) es un yokai femenino que aprovecha su estatura sobrenatural para espiar por la ventana a las parejas que mantienen relaciones en las casas de citas. En un principio parecen mujeres normales y corrientes que deambulan por los yūkaku, barrios dedicados a la prostitución, pero cuando nadie se lo espera, estiran sus piernas y cuerpo hasta llegar a las ventanas de los pisos superiores de los burdeles.

Es posible que originariamente fuesen mujeres demasiado feas que en vida no pudieron casarse o dedicarse a la prostitución, por lo que una vez muertas, espían a otras parejas contemplando los placeres que nunca pudieron gozar. Por su modo de actuar y la zona donde aparecen, son bastante similares al byobu nozoki y a la kerakera onna.

En un principio no son peligrosas ni atacan a los humanos, aunque Shigeru Mizuki recogió una leyenda de la prefectura de Wakayama sobre un espíritu similar al que llamó taka nyōbō (japonés: 高女房; esposa alta). Este yokai parecía por completo una mujer normal, hasta se casó con un comerciante de madera al que ayudaba con sus tareas. Con el tiempo, la mujer fue devorando uno a uno a los treinta trabajadores de su esposo y éste no descubrió su secreto hasta que una noche en la que fingía estar dormido la descubrió adoptando su verdadera forma: la de una mujer demoníaca de dos metros de alto. Aquella noche vio cómo se sumergía en un pozo y salía de él nuavemente con el aspecto de una hermosa mujer, aunque sus piernas se habían alargado tanto que llegaban hasta el fondo del pozo. El marido entonces entró en pánico y logró escapar de ella.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.
Misarin.net: Taka onna.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 2. Satori, Gijón, 2018.

Hoga

André Thevet, explorador francés del siglo XVI, describió en el tomo II de su Cosmografía universal a una criatura acuática que habitaba en el lago de Texcoco, masa de agua sobre la que se erigía la ciudad de Tenochtitlan. Este pez, que era tan grande como una foca, era conocido por los nativos del lugar y los españoles invasores como Hoga, ya que le gustaba pasar la mayor parte del tiempo en la orilla del lago alimentándose de las hojas que caían de un árbol del mismo nombre. Por su parte, los indígenas del sur lo conocían como andura, palabra que también utilizaban para referirse al murciélago vampiro.

Pese a que Thevet clasificó a este animal como un pez, también aseguraba que paría a sus crías vivas y que tenía la cabeza y las orejas muy parecidas a las de un cerdo. Además tenía cinco bigotes de medio palmo de largo similares a los de los barbos y su carne era muy rica, con un gusto semejante al del atún blanco. La piel de esta criatura tenía la capacidad de cambiar de color y aquellos que lo contemplaban nadando podían ver cómo adoptaba tonos verdes, amarillos y rojos. El propio Thevet tuvo la piel de un Hoga en su oficina, pero como no la conservó debidamente, fue estropeada por las alimañas.

Pese a que le gustaba alimentarse de las hojas de los árboles, como se ha dicho anteriormente, el hoga era de caracter violento y devoraba a cualquier otro pez que se cruzaba en su camino, incluso a los que le superaban en tamaño. Por esto los nativos del lugar tenían en mayor consideración a los que más ejemplares mataban, pues si este animal llegaba a colarse en algún vivero causaría estragos.

Ilustración de Discours d’Ambroise Paré

Fuentes

A Book of Creatures: Hoga.
Paré, Ambroise: Discours d’Ambroise Paré. Gabriel Buon, Paris (1582).
Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).
Thevet, André: La cosmographie universelle d'André Thevet (vol. II). Guillaume Chaudiere, Paris (1575).

Nobiagari

En Japón conocen como nobiagari (japonés: 伸上り; el que se estira) a los yokai que crecen de tamaño conforme se les mira. La tradición oral de las prefecturas de Yamaguchi y Shimane ha mantenido con vida otros nombres para estos espectros, como shidai-daka o shidai-zaka (japonés: 次第高; el que se agranda).

Por lo general aparecen como oscuras figuras borrosas o columnas de humo a un lado del camino, pero también pueden adoptar la forma de un monje o sacerdote humano. En este último caso son conocidos por diferentes nombres, como taka nyūdō, ōnyūdō, mikoshi nyūdō, etc. Basta con no seguirles el juego y mantener la mirada baja o mirarles de la cabeza a los pies para que desaparezcan y te dejen en paz.

En la prefectura de Ehime se cree que son jugarretas causadas por las nutrias y, cuando su víctima queda desprotegida de tanto mirar hacia arriba, se lanzan a morderle el cuello. Para deshacerse de esta aparición basta con darle una patada al falso gigante a unos 30 cm de altura del suelo, donde estaría el verdadero animal. En la prefectura de Tokushima es bastante común la actividad de los tanuki, por los que se les atribuye a estos animales la aparición de misteriosas figuras que se agrandan al mirarlas.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Meyer, Matthew: Nobiagari.
Misarin.net: Nobiagari.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 2. Satori, Gijón, 2018.

Thanacth

El Thanacth es una de las muchas criaturas monstruosas que describió André Thevet en su Cosmografía universal. Según lo que afirmaba en su obra, el autor francés vio en persona a este animal siendo transportado por unos indios de Calicut cuando se encontraba en uno de sus viajes por el mar Rojo.

La bestia en cuestión, cuyo pelaje era de un color tostado, tenía el tamaño y proporciones de un tigre, aunque carecía de cola y sus patas delanteras terminaban en manos humanas. Sin embargo, lo más sorprendente de su fisionomía era su cabeza, semejante a la de un hombre bien formado salvo por la nariz, que era chata, y que tenía el pelo negro y encrespado como el de los africanos. Los indios de su tierra natal cazaban a estos animales con arcos y flechas para comerse su carne.

Grabado de La Cosmografía universal de André Thevet

Fuentes

Paré, Ambroise: Monstruos y prodigios. Siruela, Madrid (1997).
Thevet, André: La cosmographie universelle d'André Thevet (vol. I). Guillaume Chaudiere, Paris (1575).

Isonade

Isonade (japonés: 磯なで o 磯撫で; el que acaricia la costa) es un yokai marino que se aparece en las aguas de la costa oeste de Japón. Su aspecto es similar al de un gran tiburón, pero su cola es muy ancha y está recubierta de unas espinas con las que engancha a sus presas, ya sean peces, pescadores desprevenidos o barcas enteras.

Pese a su gran tamaño, puede nadar tan sutilmente que no perturba el agua a su paso, de ahí su nombre y que sea casi imposible avistarlo antes de que ataque. Lo último que ven los marineros que se convierten en sus víctimas es cómo se oscurece el agua y aparece de la nada una gran aleta caudal que se les engancha en la ropa y los arrastra al fondo del mar. Se cree que los isonade sólo aparecen cuando el viento sopla del norte y cambian las corrientes oceánicas, pero cuando uno se da cuenta de ello ya es demasiado tarde para ponerse a salvo.

Ilustración del Ehon hyaku monogatari

Fuentes

Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.
Misarin.net: Isonade.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 1. Satori, Gijón, 2017.

Perro getulo

El naturalista Conrad Gessner incluyó en el primer volumen de su Historia Animalium a una extraña raza de perros que nos es desconocida a día de hoy: el perro getulo o de Getulia (latín: canis getulus). Este peculiar animal, del que ya había ejemplares en Britania en el siglo XVI, tenía las patas muy largas en comparación con el resto del cuerpo, que era muy peludo, chato y curvado, como si estuviera constreñido; tenía el cuello muy corto, casi inexistente, al igual que la cola; y su cara era como la de los erizos: afilada y negra. Ladraba como el resto de perros, pero su manera de caminar era similar a la de los simios.

Lo más peculiar de este perro no era sólo su aspecto, sino que también tenía la capacidad de imitar con gran facilidad todo cuanto veía, de ahí que Edward Topsell lo llamase Mímico (inglés moderno temprano: Mimick) en su The History of Four-footed Beasts. También se les llamaba perros lucernarios (latín: canis lucernarius) y eran tan hábiles en el arte de imitar que se pensaba que eran concebidos por simios, con los que dejaban que se criasen desde cachorros para que aprendieran de ellos. Eran muy numerosos en Egipto en la época de Ptolomeo, donde se les entrenaba para actuar y bailar al son de la música. Gracias a estas habilidades eran empleados como sirvientes en los hogares de los hombres más pobres o incluso como reparto en obras teatrales o de marionetas.

Ilustración del The History of Four-footed Beasts, de Edward Topsell

Fuentes

Gessner, Conrad: Historia animalium I. Christoph. Froschoverum, Zúrich (1553).
Topsell, Edwatd: The history of four-footed beasts, serpents and insects. E. Cotes, Londres (1658).

Iso onna

La iso onna (japonés: 磯女; mujer de la costa), también conocida como isohime (japonés: 磯姫; princesa de la costa), es un yokai femenino que, tal y como indica su nombre, tiene su hábitat en las costas y playas rocosas de la región de Kyūshū. Es común verla en Ukujima, donde la describen como una hermosa mujer normal y corriente hasta la cintura, pero conforme bajamos la mirada, descubrimos que sus piernas se vuelven borrosas y difíciles de distinguir como las de un espectro. Debido a su aspecto, localización y forma de actuar, es muy parecida a otros yokai como la nure onna, por lo que a veces también se le atribuye cola serpentina. Además, cuando no quieren ser vistas, adoptan el aspecto de una roca.

En la ciudad de Amakusa se cuenta que la iso onna se cuela por la noche en los barcos que descansan en el puerto trepando por las amarras. De esta manera se acerca a los pescadores que están durmiendo y les chupa la sangre con las puntas de sus largos cabellos. Los que sufren este ataque acaban muriendo, por eso, en las playas de la peninsula de Shimabara, los marineros tienen la costumbre de colocarse sobre el kimono tres ebras de una estera de junco como método de protección cuando van a dormir en un puerto que no conocen.

También cuentan que la Isohime que aparece en la isla Nagashima se alimenta de la sangre de sus víctimas y es de una belleza tan terrible que todos los que la miran acaban muriendo aunque aparten la mirada rápidamente. Por esto, para evitar que suba a los barcos, los pescadores y marineros que se acercan a tierras desconocidas sólo echan el ancla y procuran no sujetar sus embarcaciones con amarres.

En otras historias, las iso onna encandilan a los hombres con sus encantos y, cuando los tienen cerca, los aturden con un estridente grito y les chupan la sangre con sus cabellos. También pueden seducirlos y engañarlos para que se despeñen por un acantilado, saciándose de su sangre una vez muertos junto a otros monstruos como los ushi-oni.

Parece que estos yokai se muestran más activos en la festividad de O-bon y en la víspera de Año Nuevo, cuando los límites entre el mundo de los vivos y el de los espíritus se vuelve más difuso. Para evitar cualquier encuentro funesto con las iso onna, la gente se recogía en sus casas y evitaba ir a pescar, pero, según un relato, un hombre ignoró la costumbre y decidió probar suerte la noche antes de Año Nuevo.

Para su sorpresa, consiguió atrapar muchos peces, pero conforme avanzaba la noche, su hoguera se iba haciendo más pequeña poco a poco hasta que se apagó por completo; fue entonces cuando un grito espeluznante salió de la oscuridad y una iso onna le dijo: «Todos están descansando en la víspera de Año Nuevo y tú has salido a pescar, ¿por qué no dejas que las criaturas marinas descansen también esta noche?». Entonces el hombre recibió un golpe en la cara y, aunque logró escapar, murió poco después.

Ilustración de Shigeru Mizuki

Fuentes

Meyer, Matthew: El desfile nocturno de los cien demonios. Quaterni, Madrid, 2019.
Misarin.net: Iso onna.
Mizuki, Shigeru: Enciclopedia Yokai Vol. 1. Satori, Gijón, 2017.

Caspilly

André Thevet, un cosmógrafo del siglo XVI, describió en su obra La Cosmographie Universelle a un extraño pez venenoso que habita en las aguas del golfo Pérsico. Este animal, conocido como Caspilly por los árabes y Neemora por los persas, es del tamaño de una carpa, de unos dos pies de largo (60 cm) y es casi tan largo como ancho. Es posible que se trate de una exageración o amalgama de otros animales reales de la zona como el pez león, el pez erizo o el pez escorpión.

Su cuerpo carece de escamas, pero tiene la piel áspera como la de los escualos y está cubierto de múltiples aguijones. Lo que más destaca de este animal es que posee en medio de la frente una larga espina de unos 45 cm que suele llevar replegada contra el cuello. Cuando tiene hambre, emplea su espina a modo de cuerno y ensarta en el estómago al primer pez que encuentra hasta que muere desangrado.

Por si fuera poco, sus afilados dientes son venenosos y las heridas que inflige, si no se tratan con prontitud, se acabarán convirtiendo en pustulas incurables y mortales. Cuando muerde, los dientes del caspilly se quedan enganchados a su presa y es fácil capturarlo, lo cual es bastante beneficioso, pues el propio pez sirve como remedio contra su mordedura y curará en menos de cuatro horas la herida si se aplica en seguida sobre ella.

Unos pocos años después de la obra de Thevet se publicaron los discursos de Ambroise Paré, en los que el cirujano y naturalista francés también trató sobre el caspilly exagerando aún más sus rasgos. En este texto se dice que el cuerno que posee mide cuatro pies de largo (unos 120 cm) y que se dedica a atacar en el vientre a las ballenas cuando las ve pasar. Para cazarlo, los árabes lo atraen con carne de camello u otra bestia y, cuando muerde el anzuelo, lo sacan a la superficie para abatirlo con flechas después de agotarlo. La carne la emplean como comida y guardan su cuerno como remedio contra los venenos al igual que se hace con el cuerno del unicornio.

Para finalizar, Ulise Aldrovani incluyó a este animal en su Monstrorum historia entre los peces que habitan en las aguas del golfo Pérsico bajo el nombre de erizo árabe (latín: herinaceum arabum). En esta obra se dedicó a describir las ilustraciones de las obras anteriores de Thevet y Ambroise Paré de la siguiente manera: «es un animal de aspecto horrible y tiene una boca parecida a la del cerdo con dientes aserrados. Después, desde el inicio de la cabeza hasta el final de la cola, tiene seis aguijones duros y grandes que ciertamente son idóneos para luchar y herir. Los tres que tiene cerca de la cabeza son más grandes, sin duda parecidos a cuernos, mientras el resto son más pequeños y están separados entre ellos por la misma distancia; el último más cercano a la cola se curva un poco hacia atrás. La cola es bífida y la parte superior, dotada de espinas, es más grande que la inferior. Alrededor del vientre está lleno de aletas con las que nada».

Ilustración de La cosmographie universelle d'André Thevet

Fuentes

A Book of Creatures: Caspilly.
Aldrovandi, Ulisse: Monstrorum historia cum Paralipomenis historiae omnium animalium. Bononiae (1642).
Paré, Ambroise: Discours d’Ambroise Paré. Gabriel Buon, Paris (1582).
Paré, Ambroise: Les oeuvres d'Ambroise Paré. Nicolas Buon, Paris (1579).
Thevet, André: La cosmographie universelle d'André Thevet (vol. I). Guillaume Chaudiere, Paris (1575).